No han aprendido nada, o más bien no les interesa aprender. Y no es por lo bien que les vaya en el plano institucional, aunque personalmente sus dirigentes se sientan como estrellas rutilantes instaladas en su propio universo, en el que no entran ni los asteroides más osados. Los políticos vuelven a las andadas. Cansinos, renqueantes vuelven a repetir los mismos discursos lanzados hace seis meses, regresan a las confrontaciones de las que nunca se apearon, sus mensajes caben en cortos mensajes que pretenden ser mediáticos y que alienten a las bases. Dicen lo que creen que los suyos quieren oír. Pero los suyos tal vez ya hayan dejado de ser los suyos, y no crean nada cuando perciben que las nuevas ideas no existen en estos dirigentes. Es lamentable constatar que nadie hace el menor esfuerzo por alumbrar hacia nuevos espacios, por aportar alguna solución al estancamiento en el que está instalado el país. La derecha sabe que tiene garantizados siete millones de votos, que son los votos de la derecha de este país, por lo que desde el conservadurismo más rancio se limita a quedar situada tras el mostrador de ofertas y saldos. Los suyos ya están bien, y quien se acerque a ellos algo de rebajas le pueden ofrecer. Los tuits le hacen la campaña y los jueces no dan abasto con los escandalosos casos de corrupción sobre pagos, cobros, cajas B y demás desvergonzonerías que parecen no importar nada, mientras ellos si acaso rebuscan en la oposición para intentar mostrar que todos están sucios. Y la oposición no es capaz de plantear una alternativa que ilusione al resto de los votantes, que son muchos más millones de aquellos siete. Más bien se enzarza en refriegas que a la gente no le importan. Este país puede aguantar poco más, su juventud no puede permanecer más tiempo siendo dependiente de unas familias que no le encuentra salida; los trabajadores no aguantan mucho más con condiciones laborales y sueldos miserables mientras ven cómo bancos y grandes empresarios cada vez son más ricos y poderosos y sus caudales acaban en paraísos fiscales, junto a los de los mitos televisivos, de revistas rosas y demás gentes que nos entretiene. Y los mayores no podrán seguir soportando el peso de la ayuda permanente a hijos y nietos hasta el día en el que se mueran. No, no se aguantará mucho más mientras uno de cada cinco españoles está al borde la pobreza. Pero ellos, los políticos, siguen lanzando los mismos mensajes que ya son rancios, acusados de casta y acusadores. Enzarzados en sus intereses y ombliguismos no acaban de darse cuenta de que los intereses del personal son otros, que solo quiere algo tan sencillo como una vida digna, con un trabajo y salarios dignos, con unos dirigentes dignos, con una paz social que permite a la sociedad avanzar con sosiego, y en la que cada cual encuentre su espacio y su ilusión, más allá de los espacios de estas estrellas rutilantes que hoy no nos iluminan.