La ciudad de Granada ha sido rodeada por las grandes superficies comerciales. Cada una que se construye es más grande que la anterior. Eso entra dentro de lo normal, y más aún en esta ciudad, que se expande por los pueblos del área metropolitana. Un problema surge cuando estos nuevos espacios, mezcla de ocio, consumismo, recreo…, generan conflictos en aspectos como los desplazamientos, sin que hayan sido previstas las soluciones. El caso del Nevada nos puede servir de ejemplo con los atascos y despistes del personal en sus entradas y salidas. Pero el tiempo acaba poniendo las cosas en su sitio, y poco a poco el personal acaba acostumbrándose a ir, salir, moverse, y tener la paciencia precisa o perder el tiempo en ello. La cuestión que preocupa es la del comercio tradicional, la de esas tiendas en las que el comerciante hasta conoce tu nombre, en el que se habla de todo mientras atienden a la persona con un trato diferente, en el que los precios pueden competir hasta ciertos límites, de los que viven cientos de familias de estas pequeñas empresas que se la juegan cada día al subir la persiana. No digo que los comercios que se están instalando en las grandes superficies no se la jueguen, pero es muy diferente el hecho de estar en una ciudad de compras a tener que seducirla con tu escaparate, con tus luces, con tu forma de dirigirte al cliente, sabiendo que estarás ahí después de la venta, que tienen muchas veces más carácter de visitas que de acciones de compra. El comercio tradicional tiene su fuerza, a pesar de que las grandes superficies crecen de forma desmesurada. Ahora en Granada tenemos una de las más grandes de Andalucía, y no muy lejos de las mayores de España; el árbol de navidad más alto, dicen por ahí, de Europa aún brillando; un número de personas trabajando ahí que no es de desmerecer, aunque habría que echar un vistazo a las condiciones laborales de algunos de ellos; y santos que se desvisten unos a otros, en un efecto de magnetismo que atrae y rechaza a las firmas comerciales.
Mientras tanto, el turismo sigue siendo atraído hacia esta tierra, y disfrutando, tal vez si estos comercios tradicionales lo siguen consiguiendo, de calidad, amabilidad y buenos precios sin tener que ir más allá de los espacios caminados de la ciudad, espacios bien cuidados y atendidos, lo que puede empoderar aún más a esta industria de la que nuestra ciudad abastece su economía en una parte fundamental, el turismo, sumado a una restauración equilibrada y que no debe olvidar a los que aquí vivimos todo el año, pues eso los haría convertirse en espacios de cartón piedra. Todo es compatible si se sabe organizar, si nadie se pisa y el respeto a las reglas de juego impera.