Pues sí, que pita más que anda. Ya está en las redes sociales, el tranvía misterioso buscado por Íker Jiménez, que también podría ser por el doctor Jiménez del Oso por las fechas de comienzos de las obras. Cachondeo del personal. Pero su raileo sigue hora a hora, día a día, con las comprobaciones pertinentes, aguardando a que alguien autorice que la ciudadanía comience a usarlo. No deben existir riesgos, pero los riesgos siempre están ahí, aún sin moverse de casa. La gente dejará de usar las vías por fuera cuando las use por dentro, porque somos así, de costumbres, y de malafollá, que para eso estamos donde estamos. Luego pasará lo que tenga que pasar, pero que no sea porque no se ha aprendido antes. Yo creo que quienes lo maquinan, maquinistas a la sazón, deben estar un poco aburridos. Pero alguna causa habrá para que el tranvía, este bicho nazarí, no alcance el cien por cien, aunque aquí es difícil alcanzarlo en nada, y cuando se logra ya llegará algo que lo eche por tierra. Veremos las carocas del corpus, me imagino el dibujo con el tranvía lleno de cabezas, con brazos por las ventanillas, con pasajeros alborozados, y delante quien lo maquina con una expresión de asombro y complacencia a la vez, porque para entonces supongo que el tranvía ya llevará pasajeros que hayan abonado religiosamente el billete, y tras tantos ensayos también habrá dado tiempo a analizar, escrutar y concluir la forma de que un mismo abono sirva para cualquier transporte público en el área metropolitana, con sus trasbordos correspondientes durante el tiempo prefijado. Porque otra cosa no habrá habido, pero tiempo y paciencia más que la del santo Job. E insisto, resultará imprescindible para su mejor rendimiento que exista un mismo billetaje entre todos los medios de transporte urbano. Mientras, el alcalde Cuenca protesta ante quien debe por los retrasos y por los gastos originados hasta el momento, que no son pocos, con los autobuses urbanos que están cubriendo la popa a este tranvía nazarí.
Y es que aquí todo necesita más, mucho más que en cualquier otro lugar. A poco que uno se mueva por el resto del mundanal puede comprobar que las cosas son más fáciles, pero esta tierra que nos creemos nuestra lo alarga todo hasta el infinito, desde debates estériles que acaban destruyéndose a sí mismos, hasta cualquier proyecto que pueda suponer el más mínimo avance. Ya estamos acostumbrados, pero la resignación es otra cosa, aunque se vea con naturalidad que nuestras infraestructuras siempre van en primera, pero en primera velocidad, y si no intente recordar cuándo se iniciaron las obras de la segunda circunvalación, o las del AVE, o las de la autovía a la costa (que sí, que se acabó), o las de este tranvía que alguien se empeñó en que fuese un pseudo metro, y que va a tener los tiempos más largos de la Europa mediterránea. Pero paciencia hay, de eso andamos sobrados.