Septiembre

Hay semanas que llegan como el tranvía nazarí en sus primeros días, a rebosar. Septiembre siempre trajo cambios, desde libros nuevos (que en la escolaridad obligatoria ya son gratuitos, con lo que se han silenciado misteriosamente las quejas de padres sobre ese tema), hasta el cambio de clima, que por ahora seguimos en un verano otoñal fruto del cambio climático que el primo de Rajoy no acepta, y Trump tampoco. Septiembre llenaba la ciudad de coches, mismamente como ocurre ahora, aunque el tranvía en horas punta va a tope, y la gente lleva puesta la cara de estreno, pero eso de dejar el coche aparcado ya es otro cantar. Además, con la amenaza del pitoniso Sebastián Pérez, líder del PP, quien augura el cierre tranviario en cuanto pasen las elecciones porque es muy caro, y un paripé y una desvergüenza, uno no sabe a qué atenerse. Tal vez esto explique los continuos retrasos que han ocasionado desde el gobierno central del PP en las obras, como el de la autorización de obras por los terrenos de RENFE, que tardó varios meses en ser firmada y sellada por Madrid. Lo mismo ocurre seguramente con los del AVE. Nos acercamos a los 1.000 días sin tren, y lo que queda. Ahí Sebastián calla. Y luego los continuos restregones de Torres Hurtado a la Junta con exigencias que vinieron a multiplicar tiempo y presupuesto, a la par que se iban cerrando comercios. Las cosas no deben olvidarse, por muy chulo que sea viajar ahora sobre raíles por la ciudad.

Y en medio de estas novedades tenemos la campaña para elegir al nuevo secretario general socialista, donde Pepe Entrena aspira a relevar a Teresa Jiménez. Frente a él tendrá al alcalde de Maracena. Esperemos que la militancia responda y acuda a votar en masa a quien lidere el nuevo proyecto socialista, se precisa confianza y gestión sólida y contrastada que impulse durante los próximos años a la izquierda granadina. Callar no ayudará ni ofrecerá nada positivo.

Y en el centro, dispersando la atención sobre los casos de corrupción del PP, en este tiempo en los juzgados, ahí mismo, se ha empoderado la gresca catalana. Con un conflicto que llena noticiarios, y aún peor, que nos va a costar a todos muy caro, principalmente a los propios habitantes de Cataluña, sean o no catalanes, con una demostración palpable de la mediocridad que en estos tiempos gobierna este país, mediocridad en lo intelectual, fruto, obviamente, de la actuación de los partidos que han ido apartando de sus filas y de sus puestos de relevancia a quienes pensaban diferente, siendo sustituidos por maletillas y espadachines, más interesados por agradar al jefe y en el partidismo que por luchar por un proyecto. Y aquellos polvos nos traen estos lodos. Y tal vez lo merezcamos por haberlo permitido, pero la cuenta hay que pagarla, y aquí será alta. Para concluir, el populismo de ultraderechas vuelve al parlamento alemán. Tiempos convulsos, no hemos aprendido nada.

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