No es que sea la hora, es que es tarde; lo es para aquellas mujeres que sufrieron la infamia de la desigualdad, del ser capaces y no poder, de un deber inventado por quienes llevaron la ventaja por el camino. Aquellas que quedaron confinadas en sus casas porque los varones eran quienes debían estudiar, mientras ellas se dedicaban a cuidar del hogar, a aprender las labores domésticas, a cubrir las necesidades de quienes serían sus maridos, de quedarse ahí para siempre y cuidar a sus padres cuando fuesen mayores; aquellas nunca llegaron a sentir una igualdad a la que tenían derecho, aunque tal vez nadie les permitió jamás siquiera atisbarla. Es tarde para las jubiladas que no tuvieron la oportunidad de cotizar, y que ahora, si han quedado viudas, se ven con una pensión miserable que ronda los seiscientos euros, con los que han de ir apañándose mes a mes, y ahorrando por si las moscas. Nunca pudieron aspirar a otro trabajo porque la sociedad las empujaba a quedarse en casa criando, cuidando, trabajando sin cotizaciones. Ningún gobierno tuvo pantalones para reconocer el trabajo doméstico como lo que es, los pantalones los usan como elemento discriminatorio, para su servicio. Y todas ellas se han quedado ya fuera de esa igualdad, aunque hayan intentado trasmitir ese valor a sus hijos, a sus hijas. Conozco mujeres analfabetas cuya obsesión era que sus hijas estudiaran, que no se quedaran como ellas. Y lo consiguieron. Y sus hijas estudiaron, y alcanzaron mejores calificaciones que sus compañeros, y después se encontraron con un techo de cristal. No siempre, pero muchas más veces que ellos. Y ahora sí es tiempo, es tiempo de que la igualdad sea real, porque a todos nos interesa que sea así, la estupidez humana no puede impedirla. Siendo todos iguales la sociedad será más libre, aunque aún existan quienes busquen otras justificaciones. Y lo será porque cada cual se moverá y llegará donde pueda, no donde se le permita por el sexo, o por la posición heredada, o por pantalones. Teniendo todos las mismas oportunidades podremos ser mucho más exigentes y críticos, y determinadas personas no se podrán amparar en su condición masculina o femenina para realizar determinados actos, o para alcanzar determinadas cimas, o para entrar o salir. Ser iguales es la aspiración que cualquier sociedad decente puede y debe tener. Y aquellas personas que se están beneficiando de la desigualdad, de la injusticia, de la tropelía que supone un desnivel por cuestiones de sexo, bien podrían ponerse las pilas y alcanzar la posición por sus cualidades, no por lo que esconden bajo los trapos. Y después que cada cual opte por lo que pueda o quiera, no por lo que le dejen, no por unas ancestrales costumbres que determinan antes del nacimiento las posibilidades de quien llega al mundo. Hay aún tantas cosas por cambiar que da vergüenza ocultarse ante las injusticias, ante todas estas injusticias, y el cambio ha de venir de la mano de todas las personas.
Gracias Olivier. Kiku-yuju sí, Barcelona tiene magnetismo y grandeza pero también miserias y grandes injusticias que hay que contar. Arrovita, cuantas grandes mujeres no se han dejado el alma luchando con sus hombres para superar las injusticias sociales para que ahora sean las grandes olvidadas por las femini-torpes actuales. Cuando se reduce la lucha social de la mujer a un enfrentamiento vulgar de «machismo es para molernos a tortazos. writers help
Such a nice post man.