Dios siempre perdona

Hemos conocido que una transexual, creyente y practicante, ha querido confirmarse en la fe pero, dada su condición de mutilado de guerra de sexos, la norma eclesiástica, que no el párroco de su pueblo –ella vive en Íllora– le ha negado ese acto que los católicos consideramos como un sacramento de la madurez.

 

La noticia con sumorbo y anticlericalismo reinante no ha pasado desapercibida en diversos sectores sociales. Primero, porque parece extraña la exclusión de una persona que por su condición, que no por su opción, desea sinceramente formar parte de una iglesia. Después es incomprensible que un miembro de la iglesia que asiste a los oficios religiosos y comulga, a la hora de reafirmar su voluntad militante sea expulsado del Paraíso. Y luego existe una realidad tangible de acercamiento a la realidad terrenal de la que casi a diario, el Papa Francisco, está alertando y conminando a los pastores de la iglesia para que obispos y clérigos tengan mayor cercanía y comprensión con quienes más necesitan apoyo moral y esperanza de vida. El Papa ha manifestado, recientemente, una frase de extraordinaria sencillez pero de generosa rotundidad: «Dios siempre perdona».

 

Que incongruencia, que incomprensión, que contrasentido se produce con Manuela Rute, así se llama, cuando dando testimonio, al parecer de moralidad y de práctica en la iglesia católica, ésta la ignora, paradójicamente, en este difícil momento en el que parece más sensato abrir y no cerrar puertas.

 

Me han asegurado, vía eclesiástica, que el párroco de Íllora es un hombre y sacerdote ejemplar y sospecho que, íntimamente, lo estará pasando mal pero simplemente ha aplicado el Derecho Canónico con la forzada decisión de negar a una feligresa su deseo. Es un sueño roto, por ahora, le diría a Manuela. La iglesia, organización, está formada por hombres que unas veces aciertan, otras se equivocan y otras no llegan. Frecuentemente nos preguntamos por qué las doctrinas no se adaptan a los nuevos tiempos. Pero si recurrimos al Papa actual y a su frase adivinamos esperanza de una iglesia renovadora.

 

Lo que yo no entraría, querida Manuela, es en lo de la huelga de hambre que te han propuesto en estos momentos de contrariedad y debilidad psíquica. Mujer, si es para lucir tipo en la playa habrá que seguir una dieta equilibrada, pero huelga, lo que se dice huelga de hambre junto a la Catedral, donde existe un restaurante de pasiega calidad, no me parece porque te puede provocar la lógica tentación de la gula o, en caso contrario acarrearte, entre otras complicaciones, una anemia innecesaria.

 

Además, yo creo que no debes arrojar la toalla y diariamente, si así lo sientes, confirmar tu confirmación porque nadie te lo va a impedir.