No adivino, ni quiero, dar el resultado en el Maracaná. Pero mucha España está pendiente del televisor con el ánimo puesto en la capacidad de la selección española.
Mañana, pese al marcador, a estas horas gana Brasil, el país amanacerá con ojeras y resacón. Menos mal que nos queda la siesta.
Decir que gane el mejor es una sandez. Que gane quien marque a puerta más balones. El sambódromo está vacío de revueltas sociales acalladas, por unos minutos de juego. Pero la realidad está ahí. El pan y circo se acaba y el teórico país emergente puede sumergerse, al margen del fútbol.