Alaya, de Andalucía

Un tal Eduardo Maestre, que se autodefine como «agitador y músico» ha comparado a la juez Alaya con Agustina de Aragón. Aunque los borrachos, los locos y los niños dicen siempre la verdad, según la creencia popular, me parece una exageración admirable, pero descabellada. En el fondo Maestre, en su interno análisis psicológico, contempla un elemento diferenciador de alguien que, legitimado, se atreve a deshojar una margarita hasta ahora en manos del poder absoluto socialista andaluz.

Pero la juez, aunque defiende con legalidad al pueblo, contrariamente a la heroína maña, no enarbola banderas patrias ni grita consignas contra el invasor solo deshoja, ya digo, margaritas a golpe de imputaciones contra presuntos delincuentes y aleja, con equidad, a quienes fueron y son inocentes en la compleja trama que le ha tocado dirimir. Asunto, nada menor, que envuelto en interesadas opacidades eleva la corrupción política en Andalucía y en España a niveles insólitos.

Es tanto el fervor del señor Maestre por la juez que lleva aplaudidores a las puertas del juzgado y la jalean como aquella clá pagada que, estratégicamente, se situaba en los teatros y estimulaba a los actores cuando hacían un mutis.

Pero no son todo halagos y aplausos para la magistrada, que incluso ha sido acusada gravemente, de «corrupción procesal», «frivolidad» y «selectiva imputación».

A mí, y supongo que a mucha gente más, lo que me deja perplejo es el lenguaje mendaz, descarado y ofensivo que, desde hace unos años, se viene utilizando contra jueces y fiscales por parte de quienes, directa o indirectamente, son juzgados por presuntos delitos, sin que se produzca de inmediato una contundente respuesta.

La España de hoy, a porcentajes, se relame después de la comparecencia, ayer, en el Senado del presidente del Gobierno y del resto de representantes de los grupos opositores a cuenta de las cuentas de Luis Barcenas que disfruta de la sombra en éste caluroso agosto. El Senado se llenó de detritus que hay que ir limpiando por parte de todos para restablecer la dignidad y la confianza que merecen los españoles y quienes desde fuera nos observan. Éste país no puede soportar tanta corruptela generalizada y en gran medida oculta o disimulada.

Volviendo a la figura de Alaya de Andalucía, sin llegar a la admiración del señor Maestre, «agitador y músico», podría ser un virtuoso de las maracas, creo que la magistrada instructora está demostrando capacidad de trabajo y rigor en su trabajo con la mayor prudencia y discreción. Sí he observado, en su rictus sereno y aparente delicada figura que no le amedrentan las injurias.

2 Comentarios

  1. UNA GRAN SEÑORA, QUE ENCIMA CUMPLE CON SU TRABAJO, MUY A PESAR DE TODOS LOS SOCIALISTAS.

  2. La juez Alaya, lo que está haciendo es su trabajo. Casi siempre que alguien hace su trabajo con rigor evitando complacer a las mayorías dominantes, se convierte en el objetivo de los trepas que medran haciendo el trabajo sucio de los capos. Siento una gran admiración por la juez, está haciendo un buen y difícil trabajo.

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