Bollería fina

Más de seiscientos candidatos se han disputado, en Murcia, un puesto de repartidor de bollería. La oferta ofrecía la suculenta cifra anual de poco más de doce mil euros. El horario de trabajo era a partir de las cuatro de la mañana y se exigía el título de licenciado en Empresariales: un chollo en estos tiempos que corren.

El mercado de trabajo y la «igualdad de oportunidades» no solo aumenta sino que se amplía al ámbito universitario de tal suerte que, en el caso que comentamos, más de medio millar de licenciados han podido optar a repartir bollería fina en la madrugada murciana presta al desayuno desnatado con sapo y sacarina. No hay nada como un bollo repartido por un licenciado en Empresariales. Ese orden en las bateas, esa numérica y ordenada disposición, ese aprovechamiento de espacio reporta una extraordinaria metodología que reporta pingües beneficios al obrador.

Suizos, bilbaínos, cruasán, en un envío especializado, por un licenciado en Empresariales, es la optimización del reparto y un toque de distinción excelso para los paladares más exigentes que marca la diferencia y actúa letalmente contra la competencia. No es lo mismo el reparto de bollería con un indocumentado que con un universitario.

El confitero murciano ha abierto la espita de la esperanza para muchos estudiantes, licenciados e incluso doctores. En plan exigente se me ocurre, por ejemplo, convocar una plaza de sastre, en unos grandes almacenes, para médicos cirujanos; un puesto de revisor de contadores de la luz, para doctores en oftalmología; una plaza de cajero, en un autoservicio, para licenciados en matemáticas; una plaza de pescadero para licenciados en biología; una plaza de taquillero de sala de cine para doctores en Ciencias de la Información, especialidad Audiovisual; una plaza de guarda para ingenieros de caminos, canales y puertos: otra plaza para… Podríamos seguir en el recorrido de lo absurdo. Pero lo lamentable es que todo eso está ocurriendo, mientras desgraciadamente el país camina, penosamente, con lentitud en la normalización de la vida laboral.

Con cerca de cinco millones de parados y una tasa del 50% de desempleo juvenil hay jóvenes que atiende uno o dos trabajos de forma gratuita solamente por el hecho de obtener experiencia curricular para el futuro. Tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover a cántaros que nos cantó Pablo Guerrero.