Mandela pos morte

Al final, después de tanta primera autoridad, tanta lágrima oficial y tanto cántico en el adiós a Nelson Mandela, sus restos mortales descansan en paz. De las exequias nos quedan las imágenes más divertidas e inesperadas de un ceremonial funerario que, si por las atávicas costumbres autóctonas eran ya, para el mundo occidental, nuevas y sugerentes han superado todas las expectativas otras circunstancias con elementos que sellan la triste historia del final de la historia del ilustre finado. Menos el primer ministro checo que cuando le anunciaron el fallecimiento de «Madiba» dijo aquello de: «Joder, macho, y ahora se ha muerto Mandela. Yo no voy». Se han dado cita en Johannesburgo casi un centenar de mandatarios de todo el mundo para rendir tributo al difunto líder. Sumamente original, aunque sin trascendencia política, fue el encuentro de Barack Obama y Raúl Castro, que se ganó las portadas de buen número de periódicos. Tiene que morirse Mandela para que estos señores se den la mano y salgan en la foto.

Por las fotos está de morros Michelle Obama. Su marido y el inglés David Cameron, en vez de rezar y mantener una compostura adecuada al momento, frivolizaron en el funeral haciéndose fotos con el móvil de la primera ministra de Dinamarca, la elegante rubia Helle Thorning-Schmidt, que quiso inmortalizar el encuentro captando la secuencia. El trío secuencial ha dado la vuelta por los cinco continentes anulando el efecto de la foto con Castro II.

Pero hay una tercera fotografía, insólita, que ha captado mayor atención y es la del intrépido personaje que, con la mayor frescura, se ha hecho pasar por un intérprete del lenguaje de signos, «traduciendo» las palabras de las personalidades que habían preparado cuidados discursos para la ocasión sobre la calidad humana y el ejemplo de Mandela. El farsante fue denunciado a través de la redes sociales por personas sordas que seguían el acto a través de la televisión y no se enteraban de nada. Tras desenmascarar al falso intérprete, que además estaba acreditado, todo ha pasado como una anécdota más de las exequias, tal vez, por aquello de que lo que hoy es noticia mañana deja de serlo.

Pero, en mi opinión, lo menos anecdótico del funeral del «viejo león» ha sido este perverso, ridículo y burlesco personaje a treinta centímetros de los jefes de Estado cuya seguridad personal ha brillado por su ineficacia.

Hace unos años en un barrio granadino «ejercía» un tal Pepe, como médico especialista en «ginecología». Con el paso del tiempo se demostró ser un impostor. Un amigo me comentaba, cuando lo descubrió la Policía, que lo que más sentía, desde su encabronamiento humillante, no es que Pepe no fuera un profesional de la medicina, sino que durante muchos años había estado fondeando en la «almejilla» de su inocente esposa. Más o menos ha ocurrido en Johannesburgo, con el impresentable «traductor» provocando el ridículo mundial con Mandela de cuerpo presente.