La jueza al desnudo

Recuerdo que cuando era pequeñito le preguntaba a mi madre si los obispos hacían pipí, porque yo los observa, saliendo del palacio arzobispal con aquellas mitras, báculos y capas recogidas por acólitos que los idealizaba de tal modo que, en mis cortas luces, creía que eran como ángeles celestiales asexuados desprovistos de toda carga fisiológica humana. De igual forma, de mayor, conocí a los jueces por vía casi parental, y observé que con el complemento del birrete y togado resplandor áureo, dentro del vestuario ceremonial, había personas que respondían a unos patrones coherentes con la pluralidad y diversidad humanas.

Esta semana que concluye ha sido letal para una jueza suspendida en sus funciones de magistrada por tomar el sol desnuda, en su despacho, antes de iniciar su ordinaria tarea.

Mientras el juez Castro, en Palma de Mallorca, quedaba perplejo y fuera de juego por la «diminuta camarita» que se coló en el interrogatorio del año y captó reales imágenes que fueron publicadas en un periódico nacional, en Bosnia una joven magistrada era fotografiada de cuerpo presente, tras los cristales de alegres ventanales y cesada en sus funciones, por tomar el sol a pierna suelta sobre su mesa de despacho, antes de proceder a resolver los juicios del día. Un hábito inusual pero curiosamente sano.

Puede parecer extraña la noticia de que una jueza se despelote en su despacho para tomar el sol, pero mucho más extraño es que en Bosnia luzca el sol para bañar de rayos el cuerpo magistral en esta época del año.

Lo cierto es que el chivato de Sarajevo en vez de dedicarse a sus tareas de mantenimiento del edificio del Tribunal Superior de Justicia le «robó» el posado, con su cámara fotográfica a la magistrada inmortalizándola como la «Mujer desnuda al sol», de Renoir. Y con la prueba del «delito» a color, se fue el muy puritano y la mostró a la superioridad del alto tribunal. Un acusica, vamos.

No es justo el despido. Me parece improcedente porque su señoría se desnudó y se posicionó al natural bajo los rayos solares en la intimidad de su despacho, a puerta cerrada, antes de impartir justicia. No lo hizo con dolo. Distinto hubiera sido posar en otro escenario más abierto a la observancia como, por ejemplo, la sala de vistas en el transcurso de una audiencia pública.

El sol es un agente salutífero que brinda múltiples beneficios en nuestro organismo, pero de nada han servido los argumentos de la juez que ha sido cesada en sus funciones por la Comisión disciplinaria de la Corte Suprema.

Hay jueces estrella y otros que se estrellan como es el caso de la magistrada amante del rey sol de Bosnia, que ha quedado «destogada» y a la que no me extrañaría ver, en un futuro próximo fuera del anonimato, para ser portada de alguna revista de anatómicas bellezas.