Las tardes del Ritz

Osea mamuchi, te explico, que salí de Serrano de anárquicas compras con bolsas de Vuitton y tal y «como todas las tardes me fui a merendar al hotel Ritz, y tras el té, suelo hacer mil locuras con un galán que está loco por mí». Te juro, por Dior, que fue su coleta la que me impactó. No me lo esperaba pisando salones y alfombras tupidas, guardando equilibrio para no caer, que horror.

Que relax cuando dijo aquello de que no venía acompañado de militares para expropiar visones a las señoras y relojes a los señores. Me pareció provocativamente ignorante y equívoco lo de la expropiación porque el visón está alcanforado en la caja fuerte de papá. Pero me encantó cuando dijo que el hotel tenía habitaciones a 1.180 euros la noche y sin pensarlo «juntos a bailar salimos, nos enlazamos con pasión y al final tengo yo que decirle toda de miedo y de rubor: Ay, no por Dios, no me oprima usted más pues le diré, si me quiere asustar, que soy cardiaca y por esta razón no debo llevarme ninguna emoción».

Luego habló algo así de que habían robado la democracia, supongo que la policía estará buscando a los ladrones y de un tal Maquiavelo y no se qué de la disciplina del poder. Mamuchi, no me preguntes, pero me confundió cuando dijo que socialistas y populares eran iguales. No pensamos así en Serrano. Ya sabes mamuchi, «las mamás cotorreando toman el té sin advertir que en el salón, al bailar las parejas se hablan de amor con atroz frenesí».

Tenía la bandera de España a su lado, yo creo que es uno de los nuestros infiltrado en lo extremo de la izquierda. Escuché decirle, públicamente, que en su móvil tiene muchas llamadas perdidas, espero que no sean de alumnas aventajadas. No te lo he dicho es profesor. Ya sé que queréis para mí un duque, pero los duques están a la baja.

Lo que más me extrañó es que me dijo que no tenía créditos en los bancos. Esto a papuchi llegará a impresionarle, porque además pide independencia bancaria.

Bueno dijo muchas cosas, pero de verlo en la calle con banderas republicanas a verlo en el Ritz, con la roja y gualda rodeado de ejecutas curiosones me impactó. Incluso, en un aparte, le recomendé la marca de mi champú, Sicav. Sin coleta sería otro y no quiero que cambie porque en Europa las costumbres cambian. Y las costumbres se hacen hábito, osea, qué quieres que te diga.

«¡Ay, yo no sé lo que me pasa a mí, pero ya se ve que me siento feliz. Siga apretando, le dije, aunque mire mamá que si se irrita ya se calmará!». No sé qué quiso decirme cuando me susurró al oído: «Bienvenida a la República independiente de tu casa».

Me quede atónita toda, aunque estimulada con la teína. Lo más emocionante mamuchi es que propone un programa de salvación. «¡Ay que placer es bailar el foxtrot con un doncel que nos hable de amor! Aunque cien años llegara a vivir yo no olvidaría las tardes del Ritz».