Epílogo

He leído a Pepe Ladrón de Guevara hace unos días en ésta su Casa de papel y me ha cabreado. Sinceramente me ha cabreado porque no es lógico que con tanta lucidez parrafee y arroje la toalla en el ring de la vida con un brillante texto de despedida. Estoy plenamente de acuerdo con su tesis pero en desacuerdo con poner punto y final a expresarse mientras tenga la capacidad de crear y de trasmitir. Yo sé que los que estamos en el oficio, sin desearlo o deseándolo, nos repetimos. ¿Quién no se repite? Hasta el gazpacho se repite o la pipirrana y curiosamente nunca tienen el mismo sabor.

Estás enrocado, querido Pepe, como un mejillón en esa costa en la que vives y te sientes absurdamente, injustamente tal vez innecesario, cuando como bien sabes te reclamamos con cariño.

Me ha sonado a epílogo tú último artículo y quiero revelarme e incluso censurarte que seas tan cruel con quienes guardamos un sentimiento de afecto y de consideración a tu persona. Te ha dado por poner punto y final a tu excelente trayectoria literaria sin permiso de quienes te leemos con devoción y admiración y esa unilateral decisión no casa con la complicidad que habías generado en miles de lectores.

Tú no puedes marcharte a la francesa, ni abdicar de tu responsabilidad y buen oficio como poeta y escritor. Ni puedes ponerte fecha de caducidad porque tu cuerpo te lo pida. A todos nos pide el cuerpo cosas que nos niega la inteligencia, por tanto olvida el cuerpo y utiliza la mente. No te dejes vencer por el calendario mientras tu intelecto sea capaz de parir una idea que alimente nuestro deseo de aprender, analizar, pensar o sonreír con la singularidad y la imaginación de tu versátil y fecunda capacidad autora.

Tampoco te pedimos tus seguidores que superes en obra a Plinio ‘El viejo’, pero el último artículo periodístico es una pura contradicción porque has provocado el efecto contrario de lo que pretendías. Sigue siendo un auténtico placer leerte y, paradójicamente, entras en contradicción porque no te repites ni en ideas ni conceptos.

Da la impresión de que el hombre que hizo gala del mejor sentido del humor anda un poco bajo de ánimo. Pero eso tiene solución. Hay que salir corriendo del pesimismo y de la apática y momentánea circunstancia arrojando, por la ventana, la maleta de la depre. Queda mucho por hacer y por decir.

No sé qué harás éste verano, si te quedas mirando al mar o te subes a Puerta Real «huyendo de las hordas». En cualquier caso tenemos que hablar tú y yo en serio porque te voy a encargar un prólogo.