Si no fuera por los numeritos que se montan el dúo dinámico formado por Juan Manuel Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, que controlan el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), todos los veranos no se alimentarían de la gratis publicidad mediática que hace posible la existencia de los mesías y de sus apóstoles que buscan, en su primitiva «inocencia» alcanzar, algún día, la tierra prometida.
Aquí el que no se reinventa va al hoyo. No hay más que ver la cartelera de espectáculos. María Teresa Campos desbanca a las «celebritis» nacionales, – incluso al primer baño en bikini de Anita Obregón, que es todo un clásico-, porque dice el couche de colorines que la malagueña ha quedado preñada de amor de Bigote Arrocet. Rafael Álvarez, «El Brujo» se atreve, con el Madrid de vacaciones, a analizar el perfil psicológico de las «Mujeres de Shakespeare» y buscará algo nuevo de «El evangelio de San Juan». La «nietísima» deja al chatarrero y se da un descanso con botox de castidad. El Soro reaparece con éxito tras 20 años de ausencia en los ruedos, 37 operaciones de rodilla y una pierna biónica, mientras que el crack de los festivales del estío sigue siendo Raphael que, a sus 71 años, electriza a sus seguidores, allá por donde va, frente a otras veteranas figuras como Tom Jones o Julio Iglesias que no consiguen levantar de la silla a sus seguros aplaudidores.
Este verano no entraba en los cálculos numéricos de Sánchez Gordillo y Cañamero invadir los supermercados y sacar, sin pagar, carritos de alimentos para «los pobres» porque es un coñazo repartir a gusto de todos y luego, como siempre, hay algún desaprensivo que se siente perjudicado pone la denuncia y hay que explicar bajo juramento, ante su señoría togada, que no existe dolo. Menos mal que los jueces, por lo general, no son demasiado estrictos con estos gestos de candidez que algunos, como el periódico, The Telegraph califican como propios del legendario Robín Hood.
Este año a los líderes sindicales de Marinaleda se les había ocurrido invadir el peñón de Gibraltar para «exigir el fin de los paraísos fiscales» y protestar por la ilegal ocupación del territorio español por «otra potencia extranjera». Pero lo han pensado mejor. El SAT no invadirá Gibraltar y llevará a cabo una manifestación en La Línea de la Concepción bajo el lema de: «Gibraltar andaluz», que es una variable territorial del franquista grito de: «Gibraltar español». Yo creo que el cambio, estratégicamente, está bien ponderado porque tranquilizará a Picardo, -el que se entretiene en tirar a la bahía bloques de hormigón-, a la Armada de su graciosa majestad y sobre todo al ministro Margallo evitando así un nuevo conflicto diplomático.
La toma de la roca estaba en el calendario marcada, a sangre y fuego, con fecha 29 de agosto y el anuncio causó la natural alarma tanto en la colonia como en la prensa británica. La contraprogramación sindical sosiega también, y de manera especial, a los paradisíacos hombres de la fiscalidad y a la gran masa de contrabandistas que viven, al día, del cartonaje de tabaco. Aunque usted y yo sabemos que una jornada invasiva de protestas y altercados en Gibraltar jamás la hubieran tolerado las autoridades llanitas ni sus «bobis». Por eso, los profetas de la jornalería, se reinventan y han buscado La Línea como propicio escenario para jugar en casa. Que aquí nos conocemos todos.
La verdad es que la convocatoria ha perdido emoción, ardor patriótico y repercusión periodística. Ya todo quedará en un griterío confuso de pancartas, estridente megafonía y banderas al viento de los mares del Campo de Gibraltar, la selfie perfecta del numerito con el peñón al fondo lleno de macacos lujuriosamente activos y carcajeantes.