Habíamos quedado a la entrada del parque que lleva su nombre. Tico Medina venía vestido ex profeso de «combatiente», incluida corbata, porque me confesó que quiere que la gente lo recuerde siempre con el atuendo del viejo reportero contador de historias. Yo pensé que se iba a presentar desnudo, para darle un toque de modernidad a las fotos, -desnudo por el parque era un buen titular- pero la extravagancia en un octogenario hubiese sido dificil de explicar. Tico es un periodista excelente y un hombre admirable que pese a su avanzada edad y ese azote vírico que viene soportando a sus espaldas durante años no abandona el oficio ni el sentido del humor. Él dice, repetidas veces, que tiene que seguir contando historias diariamente por necesidad vital. Alfonso Rojo lo define como el mejor contador de historias. Está en pie como el Empire State, no para de hablar como el Pato Donald y preserva su impecable y elegante estilo como Giorgio Armani. Todo ellos han cumplido este año los ochenta. Si Leonard Cohen llega, este septiembre, a sus ochenta años cantando, Tico Medina quiere celebrarlos contando. Ochenta años contando.
– Usted tiene arte y valor de torero. En su bibliografía encontramos mucha tauromaquia. Es compadre de Curro Romero, de Manuel Benítez, «El Cordobés», ha escrito, sobre el mítico Manolete? Indudablemente es un gran aficionado a los toros?
– En absoluto. A mí me conmueven, literariamente, los toreros y no todos.
– ¿Qué me dice? Le dedicó un libro a José Ortega Cano y me consta que no le gustó.
– No le gustó porque no lo leyó. A veces los toreros están obsesionados con la muerte en el ruedo y no tienen tiempo de leer.
– Entonces igual que los políticos. Yo me lo imaginaba en la Maestranza pidiendo, a gritos, pañuelo en mano, un trofeo para su compadre?
– El día que hacía viento Curro me llamaba para que no fuera a verle.
– Pues es un gesto de amistad impagable. Pero para el respetable? De todas formas fue uno de los grandes.
-Único.
-¿Ha sufrido usted, como periodista, alguna cogida grave…?
– Tengo «cornás». «Cornás» de las que no se ven. Tengo mucha sangre interiormente derramada… He estado, en varias ocasiones, a un paso de la muerte. Míreme, con este uniforme de reportero hablé con Che Guevara, como usted y yo estamos hablando. Conté, como es lógico, el encuentro como corresponsal. Tardaron poco tiempo en preguntarme sobre su paradero y no lo desvelé.
-Ya le echó valor. Siempre ha sido una persona discreta. ¿Fue un gesto colaboracionista o humanitario?
-Fue una actitud de supervivencia.
– ¿Le cautivó el personaje?
– Se me escapó. Hay personajes que se te escapan. Era distante… frío. No llegamos a conocernos. Pienso que le importaba un rábano la notoriedad.
– ¿Pero era un personaje verdadero o de cartón piedra? Perdone, ¿qué verdad había en él y en Fidel Castro?
– El Che, que ponía su firma en los billetes de la Cuba revolucionaria, se alimentaba con pan y leche. El comandante Castro intentó criar cerdos para que le dieran jamones de pata negra.
– ¿Hubo más cercanía con Fidel?
– Hubo cercanía y valentía. Un día le dije: «Perdone, mi comandante, se rumorea que Castro está castrado por el régimen de Batista». Y sin dar explicaciones se bajó los pantalones para demostrar que estaban intactos los apéndices.
-Tiene usted la memoria rota del inaccesible Che y la historia viva de Castro el cautivador.
– No descarto escribir sobre las memorias de Castro.
-¿Y por qué no escribe mejor sus memorias?
– Tengo tres compromisos y no me decido por ninguno.
-¿Por qué?
-Porque mi memoria es cotidiana está en las hemerotecas y serían memorias siempre incompletas.
-¿Usted es de los que nadan y??
– Yo suelo guardar la ropa. Pero no sé nadar pese a llevar tatuado, en mi brazo, el Juan Sebastián Elcano?
– Mucho barco para no saber nadar?
– El hombre y sus contradicciones.
-Hablemos de Granada, profeta. ¡Qué bien se ha portado Granada con usted…! Se ha librado de milagro?
– Sí, (Sonríe) Yo he sido sentimentalmente, desde mi juventud, cronista de amor de la ciudad y de la provincia.
-Lo sabemos.
– Quiero a mi tierra, Píñar, adoro a la capital y me entronco en la provincia tan rica, tan variada y tan hermosa de paisaje y paisanaje. Mi cariño y gratitud con Granada son inmensos, aunque reconozco que he descubierto a Granada muy tarde.
-Pero es usted cronista oficial de la ciudad y la provincia y luce medallas de su tierra y Andalucía como hijo meritorio? y además académico de las Buenas Letras.
-Ya le digo que el reportero enmudece y se emociona ante tanto gesto de cariño.
– Volvamos al ruedo. Si hubiera toreado en el Ritz, con Ava Gadner, ¿lo hubiera contado como lo hizo Luis Miguel Dominguín?
– Mire, yo antes de casarme me relacioné con muchas damas. «Desde la princesa altiva hasta la que pesca en ruin barca». Pero no me gusta hablar ni alardear de lo privado. A quién le importa lo que yo haga?
– Sospecho que la intimidad la guarda en el cofre familiar…
– Sin duda. En primera línea mi mujer. Hermosamente inasequible al desaliento y en mis hijos y mis nietos, de los que me siento orgulloso. Infinitamente orgulloso.
-Para usted el Papa Francisco es un Papa especial. ¿O los papas le importan una papa?
– Yo estoy preocupado con Francisco. Francisco creo que tendrá un corto reinado. Ha metido mucho cemento en la Santa Sede. Me encantaría entrevistarle.
– ¿Cuál sería su primera pregunta?
– Santidad, ¿me permite trabajar con usted de albañil veinticuatro horas?
– Pero en lo espiritual siempre nos quedará Fray Leopoldo…
– Aquí lo llevo. (Me saca una estampita de su cartera) Lo miro pero no me hace caso.
– Es que es muy impaciente. Insista porque el beato recordará que usted empujó mucho para su beatificación.
– Es cierto, soy hermano capuchino «honoris causa».
– Y además «reypublicano»
– Se lo confesé a Don Juan Carlos. Él me preguntó: «¿Es cierto, Tico, que te has declarado republicano»? Y cuadrándome le respondí: «Sí, majestad».
– ¿Y qué le dijo?
– «Yo también».
– ¿Dónde se siente mejor. Escribiendo un libro, frente a una cámara de televisión, preparando la crónica de actualidad o en un escenario pronunciando una conferencia sin papeles?
– Me siento cómodo sin papeles y contando todo lo que he vivido. Pero como dijo Emilio Romero, no hay nada como conseguir una noticia, escribirla, publicarla y que luego alguien la lea.
– Perdone la indiscreción, ¿al margen de cantarle cumpleaños feliz, qué regalo le gustaría recibir?
– Buenas noticias. Es curioso, yo que he contado desde el epicentro de la tragedia tantas guerras y catástrofes, ahora me duele enormemente como espectador o como lector ver que la gente sigue sufriendo. No lo soporto y tiro de la cadena.
– En su larga experiencia de vida y de relaciones humanas, ¿qué personaje le ha conmovido o impresionado más?
– Curiosamente, un personaje que conocí a través de los libros de historia: a Cristo con la Cruz a cuestas hacia el Calvario. Un camino lleno de simbolismo y generosidad cuyo final podría haber evitado con palabras y lo culminó entregando su vida con un gesto.
Por una vez y sin que sirva de precedente le hablé de usted a mi hermano mayor con quien he paseado y dialogado pisando el verde césped de su parque. Estaba feliz, sin armadura, lúcido, ocurrente y con gana de pelea. Me ha contado que quiere destruir al «alienígena» que soporta en su espalda con la experta intervención del doctor Gálvez. Tal vez sea el mejor regalo para conmemorar su ochenta aniversario que lo celebrará en Granada.
Píñar, su tierra natal, el albaicinero carmen del Aljibe del Rey o el recoleto patio del Ayuntamiento capitalino serán, entre otros, los escenarios públicos donde se le tribute el merecido homenaje de cariño y admiración los proximos días miercoles y jueves.
Como buen periodista intentó que le desvelara el contenido del programa, que le hemos organizado un grupo de buenos amigos, pero argumenté que los cumpleaños guardan la magia de la sorpresa.
Yo también me quedo con la magia de la sorpresa de su vestimenta. En la entrevista vino con sus mejores galas del reporterismo y no se, francamente, qué traerá puesto de su fondo de armario para encender -que no apagar- las velas de los afectos de la tarta de la amistad.