Terrorismo

España que ha llorado sangre durante muchos años por la barbarie criminal de la banda ETA sabe, lamentablemente, del sufrimiento que produce el terrorismo para muchas familias en particular y para la sociedad sentimentalmente humanizada. Porque existen núcleos y segmentos no humanizados socialmente que, lejos de rechazar y condenar estas delictivas acciones, se congratulan, las aplauden e incluso las justifican.

El terrorismo es vil y execrable siempre por mucho que la ceguera del fanatismo trate de justificar, defender y respaldar.

Los recientes atentados en el vecino país francés contra periodistas, amenazados, policías y ciudadanos evidencian, una vez más, que el terrorismo no solo es selectivo con sus víctimas sino que, indiscriminadamente, trata de causar dolor y terror independientemente de sus perversos y odiosos argumentos. Es largo el camino emprendido por el radicalismo islamita, contra Occidente. El ejército de la muerte formado por hombres, mujeres y niños que, por la manipulación de sus mentes, viven en la dualidad de pensar que ellos son las víctimas y el enemigo el verdugo, está aflorando internacionalmente y de manera estratégica y no parece fácil eliminarlo mientras existan voluntarios que maten, incluso a costa de entregar sus vidas, por una ‘buena causa’ y además les garanticen la entronización, eterna, en el feliz paraíso.

Ese cierre de filas de la prensa mundial en las primeras páginas y editoriales condenatorias, esas manifestaciones y protestas en la calle y en los políticos despachos no solo me parecen solidarias, razonables, lógicas y justas pero, sinceramente, ya les hubiese gustado a las familias de las víctimas de la banda criminal etarra, que el mundo libre se expresara, años atrás, de la misma unánime manera cuando el tiro en la nuca o el coche bomba segaban la vida de políticos, militares, policías, guardaespaldas, guardias civiles o ciudadanos, de a pie, por el simple hecho de ser españoles.
Que la injusticia haya permitido el asalto legal a las instituciones vascas para regocijo y quietud de los radicales independentistas no quiere decir que la banda criminal, aunque momentáneamente no mate, haya desaparecido ni entregado las armas ni tenga intención de hacerlo. ETA está en hibernación por conveniencia; es como una célula, durmiente pero en gestación reproductiva que puede despertar en cualquier momento.

Los yihadistas aspiran a entrar en el paraíso matando al ‘infiel’ y los etarras, matando y extorsionando, consiguieron, de manera más pragmática, entrar en las instituciones del estado democrático donde fluyen el poder y la financiación para pasearse a cara descubierta, como los sanguinarios Bolinaga o Santi Potros por el paraíso terrenal. La percepción que se tiene fuera de nuestras fronteras de la Yihad es que se trata de una organización terrorista islámica, mientras que de ETA se suele hablar y escribir, con alguna confusa frecuencia, de ‘organización política separatista’.

Más de una muerte y bastante sufrimiento se habrían evitado en España si la comunidad internacional, representada por sus gobiernos y gran número de medios de comunicación, hubieran ayudado a nuestro país, sin fisuras y desde el primer asesinato, en la lucha contraterrorista. Porque el terrorismo en España, ya digo, nos ha hecho llorar sangre durante casi medio siglo con gran desconsuelo e indiferencia.