En realidad, hoy, el titular debería ser el de palmas y olivos que es como Jesús de Nazaret fue recibido por el pueblo que lo vitoreaba y, después de una terrible traición de uno de los suyos, pedía su crucifixión. El pueblo es soberano. A lo largo de la historia de la humanidad, antes y después de Cristo, similares escenarios de amor odio han sido muy frecuentes. Pero, no, las palmas y pitos son las que sonaron por las calles de los comicios a cargo del respetable votante de ciudades, pueblos, aldeas y pedanías que quiso ejercer su derecho a votar en libertad el pasado domingo cuando titulé: «Dejadme solo. Dejadme solo».
Hoy, rectifico aquel taurómaco título y lo feminizo: «Dejadme sola. Dejadme sola». Porque ha sido Susana Díaz quien ha manifestado su voluntad de que gobernará en solitario, si consigue el respaldo necesario para su investidura, tras haber obtenido mayor número de votos, aunque no los suficientes para hacerlo con holgura y desahogo, la Junta de Andalucía. Pero sí hay que reconocer que su divorcio a tiempo con IU no fue solo una decisión para tomar oxigeno. Ha sido una liberación y un refrendo a su liderazgo dentro del partido socialista. En plena gestación, como primeriza -será la primera mujer electa que presida la Junta-, ha dejado atrás el ungido dedo de su mentor y antecesor Griñán del que han pedido su cabeza, junto a la de Chaves, los detergentes partidos de Ciudadanos y Podemos.
Independientemente de las singularidades de Andalucía y del llamado voto de castigo a la política nacional de supervivencia aplicada, pero mal explicada, por el Gobierno de Rajoy hay que reconocer el lamentable estreno de Juanma Moreno que aunque andaluz y conocedor de la realidad se incorporó a la política regional, siendo secretario de Estado, hace escaso tiempo y fue sorprendido por la convocatoria electoral anticipada. Moreno, que a mi juicio ha ofrecido un perfil moderado, de sincera cercanía y de impecable ética democrática hay que recordar que aterrizó, en la todavía tierra de María Santísima, con un Partido Popular, huérfano de padre y madre durante dos años. Y esa soledad también ha pasado factura.
Ahora las formaciones políticas en general, y algunas en particular, con el sonido de las trompetas y tambores, el olor a incienso y el «menos paso quiero», tras la Semana del Mayor Dolor, pondrán sus miradas en las elecciones municipales que aunque se suelen distinguir por otros factores identitarios han creado cierta incertidumbre, euforia y zozobra. Me consta que algunos candidatos han comprado, como manda la tradición, una docena de cohetes y encargado al presbítero un novenario a Santa Rita para que interceda como abogada de los imposibles.
Pero todo es posible. En la población de Marinaleda, feudo del dúo Sánchez Gordillo-Diego Cañamero han engordado las urnas hasta la saciedad de papeletas de Podemos e IU en las elecciones andaluzas. Pero ojo al dato, que diría el inefable José María Garcia, tras el recuento general se detectaron tres votos de Vox. Está claro que son unos peligrosos infiltrados.
Pero lo más desalentador, entre y después del último escrutinio, ha sido la ruptura sentimental de Tania Sánchez y Pablo Iglesias en este momento de nuevas llaves y bisagras para gobernar las instituciones. No nos consuela que sean amigos con derecho a roce. Cuando murió Perón bailó el tango Eva.