Ha venido a decir Rajoy que las amnistías fiscales, que en democracia hicieron los socialistas, dos, en sus años de poderío y la que ha hecho su partido en la tiesa mojama económica temporal, ni limpian el fraude, ni fijan a todos los que defraudan, ni dan esplendor en la caja del Estado pero al menos afloran capitales de arrepentidos y contribuyen, cuando más les vale, pasar por el confesionario tributario. Y es cierto.
El bisoño, Pedro Sánchez, el que pretende que Susana Díaz que «salió de Málaga se meta en Malagón» con algún perverso pacto, ha pedido por activa y por pasiva la lista de schindler-amnistiados, a sabiendas de que, legalmente, no es posible pero en la prevaricación oral se ha dirigido a los miembros y a las miembras de la corte para que alguno de los responsables económicos cante la gallina. Lo ha dicho esta semana el director de la Agencia Tributaria, Santiago Méndez, de forma clara y contundente: los datos que reclama la oposición están protegidos por el secreto que impone la Ley General Tributaria. Otra cuestión es que se modifique la legislación y para eso están los padres y las madres de la patria.
Limpiar la era de defraudadores es harto difícil. En el BOE de 9 de marzo de 1959 que si mal no recuerdo era Jefe del Estado Franco -que por cierto he leído que en Valencia le han retirado el honor de Fallero Mayor- se hizo pública una sustanciosa lista de conocidas personalidades de la época que, a la chita callando, se habían llevado cuantiosas sumas de pesetas a Suiza sin declararlas. En Suiza se puede esquiar, comprar los mejores relojes del mundo y mantener en la opacidad -como a una amante- abundantes rupias de curso legal.
Como se recordará en el 2008 se hizo pública la denominada lista Falciani que supera, en número de presuntos evasores fiscales, a los «Cien mil hijos de San Luis» aunque éstos no defraudaron dinero ni se enriquecieron; a franceses y españoles les animaban otros «ideales».
En ése robado listado que filtró a la prensa el informático Hervé Falciani que fue empleado del banco suizo HSBC, figuran reyes, banqueros, políticos, deportistas, artistas y conocidas familias afortunadas. Naturalmente las autoridades competentemente serias en materia fiscal desde antes y después, con mayor observancia, le han seguido y le siguen la pista a un nutrido elenco de presuntos «ingenieros» del cultivo ecológico dinerario sin pagar aranceles. Y además, ya se sabe, que en una caja fuerte, bien acerada y protegida, la climatología no influye para obtener anualmente buena cosecha.
Sería bueno que el conjunto de las formaciones políticas democráticas parlamentarias, cuando encarte, lleguen al convencimiento del que la hace la paga pero por vía legal y que se publicite, tras pasar por ventanilla, como en aquel BOE franquista, la relación de todos y todas las personas o empresas que, desde la asunción de la democracia, han defraudado al fisco. Aunque la medida ni limpie, ni fije, ni dé esplendor, hará más transparente y libre el estado de derecho.