Votar con la fuerza de la razón

La original idea de convocar elecciones generales coincidiendo con las tradicionales fiestas navideñas, no deja de ser una enigmática ocurrencia gallega –jamás experimentada–, probablemente inspirada en la celebración inequívocamente familiar que propician estos días, donde la alegría de la zambomba y la tristeza del pavo se dan la mano, pero que son, sin duda, nexo de unión o desunión entre padres, hijos, yernos, nueras, cuñados, titos y, con suerte, abuelos la mayoría de ellos en edad electoral.

Este sorteo, superextraordinario, de la Lotería Nacional del 20D, nada tiene que ver con el que cada año se realiza históricamente el 22 de diciembre en el salón de sorteos de Loterías y Apuestas del Estado, en Madrid. Aunque debemos recordar que el primer sorteo se llevó a cabo el 18 de diciembre de 1812 en Cádiz. En el sorteo del 20D, con una papeleta, con una participación nos jugamos, no solo el pan nuestro de cada día, si no el futuro y el porvenir de España.

El que cantan los niños de San Ildefonso, cuando se extraen las bolas de los bombos, forma parte de la suerte, de la diosa fortuna que sorprende con algún premio dinerario, que no siempre, asegura felicidad a quien inicialmente lo recibe con alborozo achampanado.

Tal vez, para mí, como español –al margen de que siempre he sido un descreído de los juegos de chamba–, me preocupan mucho los resultados de las próximas elecciones generales, sobre todo, con los antecedentes de los resultados de los anteriores comicios europeos y municipales en los que, salvo excepciones, se votó por impulso del corazón, pero no con la fuerza de la razón. De ahí el frecuente desbarajuste en la gobernanza de ayuntamientos y diputaciones que hasta 2019, construirán una torre babilónica, de efímero adobe, en perjuicio del ciudadano.

Al cóctel de encuestas tan distintas dispares, escasamente creíbles y desconcertantes, según su interesado origen, se hizo pública horas antes del inicio de la campaña electoral, la encuesta del CIS que sin ser el oráculo que vaticina la realidad, ciertamente, se aproxima al sentimiento social mayoritario. Los aspirantes a la presidencia del gobierno visitan emisoras de radio, televisiones o periódicos sin olvidar los subliminales mensajes, a través de las redes sociales, que suelen tener, de manera fulminante, más eco que un mitin de dos horas, en la plaza de Las Ventas. Anoche mismo vi, con asombro, a una de las hijas de Zapatero, que antes era ‘gótica’ y ahora es ‘globera’, en un monólogo –«Se sienten, coño», o algo así– donde demuestra sus facultades como actriz. En dos minutos ‘globeros’ se alcanza la fama. No como Lola Herrera, que lleva toda la vida en los escenarios y la conocemos unos pocos.

Quedan escasos días para el sorteo adelantado. A España le puede tocar ‘El Gordo’, el segundo, el tercero…o la pedrea. No depende del azar ni debe el elector, intelectualmente, introducir en la urna el día de autos un décimo de ‘Doña Manolita’ por si acaso. «Perdone que insista», como dice, en el anuncio, el querido Matías Prats, no vote con el impulso del corazón. Vote con la fuerza de la razón.