Laudato Si

Seamos sinceros. Arrastramos mucha resaca después de estos días donde se han producido hechos tan embriagadores como unas elecciones generales o el hermoso advenimiento de la Buena Noche y, cómo no, el mágico sorteo extraordinario de la Lotería Nacional. Tiene muchos decepcionados este tradicional juego navideño, pero nos sigue empañando los ojos, con lágrimas de emoción, cuando vemos y comprobamos tanta alegría insospechada, tanta gente modesta, tanto parado, tanto desahuciado, tanto negro que se azuló con las gélidas aguas de la clandestina patera, pellizcando el ludópata botín de un juego de azar. En Osuna –por poner un ejemplo, con cierta singularidad– la hermandad de Arcadio Mártir, santo patrón, ha hecho felices, con 800 décimos del segundo premio, a gran número de habitantes de la campiña sevillana.

Los más viejos creyentes del lugar no achacan el generoso ‘aguinaldo’ a la diosa Fortuna que maneja los bombos, dorados, donde se marean los esféricos números, sino al Santo Arcadio, «que tiene más huevos» que otros beatos, predestinados.
Y, en verdad, en verdad os digo –en relación con la resaca electoral– que a algunos/as les ha tocado la lotería, quizá jugando, pero no invirtiendo y eso tiene más huevos, con perdón, y, mejorando lo presente, que el venerable beato Arcadio.

Al único Arcadio que conozco, con dos apéndices, literariamente ilustres, es Arcadio Ortega, el poeta y novelista granadino, presidente de honor de la Academia de Buenas Letras con quien, hace mucho tiempo, que no me tomo un café cortado con el filo de la palabra. Pero habrá tiempo, después del polvorón –que nos sigue atragantando– a tener un encuentro. También me he comprometido, con la mayor alegría, estos días, a brindar por un año venturoso, con otro ‘honoris causa’, el profesor emérito Sánchez Trigueros, que felizmente acaba de cruzar el Rubicón, no como Julio César, sino como el Santo Arcadio.

La lotería no es lo importante. Ya, los periódicos y las televisiones se han encargado de recordarnos, un año más, que la salud es lo que importa. Bueno, es una verdad a medias. No nos engañemos. Las penas con pan son menos.

Volviendo al vendaval electoral, me han llamado la atención algunos escrutinios provinciales, como el de Granada, en los que estoy seguro que no ha metido la mano el inocente apóstol Arcadio, sino los cuatro jinetes del Apocalipsis.

De manera especial, igualmente, han sido muy comentadas las declaraciones del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, calificando a la sociedad de «enferma», tras el resultado electoral, y ha apostado por un generoso entendimiento entre los partidos. El prelado ha aseverado que la Encíclica del Papa Francisco, ‘Laudato Si’, es «perfectamente aplicable» a la situación actual política de España.

Yo le diría al mitrado Munilla qué, más que «enferma», la sociedad está con cierto constipado vírico, persistente, por este cambio climático. Nos hemos adentrado en un invierno peligrosamente cálido. Pero no creo que Belcebú le eche más leña al fuego. Los españoles, de buena voluntad –que somos mayoría– tenemos que pensar en positivo. Merece la pena luchar por un común encuentro. Las distintas formaciones políticas deberían mirarse en el espejo de la Corona. Tener altura de miras y ser prudentes pensando en el futuro de España.