Será el martes cuando dé a luz el ‘Parto de los Montes’, tras la segunda ronda de consultas del rey Felipe VI con los diferentes representantes de las distintas formaciones políticas para determinar, en su caso, quién será el ‘oscarizado’ actor –la política es puro teatro– que tenga apoyos, suficientes, como para ser presidente y conformar el nuevo Gobierno de España.
Se dice que el Rey está sobrellevando, por responsabilidad y por talante personal, esta segunda audiencia para encontrar el pie que se ahorme al zapato de cristal que quedó confusamente perdido tras los resultados de las elecciones generales de diciembre. Pero alguien me ha dicho que el jefe del Estado sonríe menos y transmite, diplomáticamente, cierta preocupación por la repetición de la jugada.
No por él, que aguanta carros y jugarretas, como los buenos árbitros, sino por la dilatación, la espera, la resolución final. La situación de incertidumbre –que es un escenario nuevo para nuestro Estado– está inquietando a los mercados, a las grandes empresas, a la banca, a los inversores y por qué no decirlo, a todo hijo de vecino o vecina, que aspira a una España unida, prospera, productiva, moderna, europeísta, con capacidad de enterrar muchas cosas y crear empleo y no subvenciones. Los últimos datos de la EPA son de sobresaliente para el Gobierno en funciones. Al igual que el PIB, ha crecido un 3,2% en 2015, que ha supuesto la mayor alza desde 2007. Yo sé que las estadísticas positivas, para la extremada izquierda, por los celos del ‘colegaje’, se convierten en azufre numérico. Pero los números cantan. En éstos últimos días de zozobra, personalmente, me han conturbado algunas cosas, al margen de los dislates del señor Iglesias a quién no me extrañaría que un día de estos se le apareciera el espíritu, reencarnado, en forma de cuervo de Hugo Chávez y le graznara algunas consignas.
Lo mismo que me parece ‘enlatadamente’ cargante ese personaje de barbería zarzuelera de Miguel Ángel Revilla, que no para de dar el coñazo con las anchoas del Cantábrico.
El número dos de Pedro Sánchez, César Luena, parece recién llegado de Marte, donde que yo sepa no hay internet, aún cuando sin ponerse colorado afirmó que: «Dejar gobernar al PP es indultarlo por la corrupción ». En ese momento de escuchar la frase del novicio dirigente entré mentalmente en la levitación histórica y me acordé de todos los ‘apostatas’ del socialismo que pasaron por el Banco de España, la trama de financiación ilegal de Filesa, el Boletín Oficial del Estado, el Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, la asesoría ‘filantrópica’ de Juan Guerra, en la ciudadela de Sevilla, o esos ERE o cursos de Formación que se ralentizan en Andalucía. No caeré en la trampa de actuar, como pregonero de conciencias, presuntas, inconscientes. Pero hombre, César, tampoco indultéis a Podemos, que antes del coito –no sabemos si con Venezuela e Irán–, han ejercido un ‘menage a trois’.
Todos tenemos un pasado. Lo importante es legislar, vigilar, corregir, cooperar, dialogar y, pese a ello, será inevitable –como hemos comprobado– que por donde menos se espera salta la liebre