Los socialistas –no son una excepción–también lloran, se compungen o, simplemente, transmiten su rabia emocionada por lo que pudo haber sido y no fue. Lo hizo, como el cocodrilo, el rebelde con causa Pedro Sánchez cuando anunció su renuncia al escaño como diputado en el Congreso de los Diputados. Pero no anunció su renuncia a la paga mensual que le perseguirá durante 24 mensualidades, en su cuenta bancaria equivalente a 2.813.87 euros, al activarse el Reglamento de Pensiones Parlamentarias
y otras Prestaciones Económicas de las Cortes Generales.
Sabido es que «el dinero público no es de nadie», como manifestó en el mayo florido del 2004 la sublime Carmen Calvo Poyato de tal forma que, pese al autodespido y la explícita marcha voluntaria como congresista, cobrará el subsidio de ‘autoparado’ con el dinero público que, afortunadamente, ocioso es escribirlo, no es de nadie.
Sánchez, salvando las distancias, ha caído del ‘rocinante’ quijotesco como Saulo, Pablo de Tarso. Hace tiempo que su conversión se veía venir –para Podemos sería ‘gracias tumbativas’– de un personaje que se ha pasado por el forro de los honores su partido, los principios, la ideología y la ética, de la que muchos han hecho buena causa y otros no, como cualquier proyecto humano.
La memoria de pez de Pedro Sánchez, que ha sido el secretario general más efímero, fugaz, perecedero y torpe en toda la centenaria historia del partido que fundara Iglesias Posse, pudimos comprobarla cuando no recordaba que había anunciado a su compañero Felipe González y a la pandilla de negociadores del Partido Popular, que una cosa era predicar y otra dar trigo y la decisión estaba tomada. Se abstendrían en la segunda votación para que pudiese formar gobierno Mariano Rajoy. Esa amnesia le costó, de omento, su futuro personal y político.
Pero Sánchez no arroja la toalla y ,‘entre costuras’, quiere coser el partido después del curso de ‘corte y confección’. Como albañil desea reconstruirlo con modernos materiales y como tapicero renovar la tela de los sillones de la Casa. Vamos que –ya lo anunció– con su propio coche recorrerá ciudades, pueblos
y aldeas hispánicas, al igual que el ‘camión del tapicero’, recabando clientela con reales adhesiones inquebrantables, y no como otros que le han negado en la segunda votación.
El problema es que Pedro Sánchez no sólo sufrió pérdida de memoria transitoria es que ha sido abducido, arrastrado mentalmente, por ese corrimiento de tierra de odio y rencor y falsedad que representa Podemos y se ha situado, cómodamente, en el radicalismo de la extremada izquierda.
Desde el primer momento que Pedro Sánchez apareció en escena yo me acordé de Gabriel
García Márquez por el título de una de sus obras más conocidas. Y, en efecto, en su breve travesía entre dos aguas las claras derrotas electorales socialistas, sus malabares y perversos juegos con las baronías y, sobre todo, la doble cara de su moneda, con la que jugó con bases y votantes, han sido más que suficientes para presagiar la crónica de una muerte anunciada.
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