La follasquina nacional

 

Dice, al parecer, el hombre más viejo del mundo (145 años) que vive o al menos vivía hasta el pasado mes de septiembre en Indonesia, que lo que más le gustaría a su edad es morirse. Se desconoce en qué condiciones, mínimamente exigibles para un ser humano, se habrá mantenido el prolongado anciano. Al lado de Matusalén, el más antiguo de los patriarcas del Antiguo Testamento, que llegó a vivir según la leyenda 969 años, el vejestorio indonesio sería un incipiente proyecto de neonato. Pero soportar este mundo cruel tantos años debe ser desesperante. Por eso, el buen hombre no pidió un gran banquete, con café, copa, sexo y puro. Su ilusión era morirse.

De vivir hoy, Matusalén se habría cepillado la caja de pensiones él solito. Cada vez somos más longevos y las cifras de natalidad no parecen abrigar mucha esperanza de regeneración de la especie. El número de nacimientos en España se ha reducido un 20% desde 2008 y el número de mujeres en edad de ser madres, según el Instituto Nacional de Estadística, continúa descendiendo. O sea, que tenemos una población envejecida.

 

En época de crisis, la mayoría de las familias deben hacer un extraordinario esfuerzo para sacar adelante a sus hijos. Con una población vegetativa, ¿qué gobierno mantiene el sistema de pensiones, la sanidad pública tal y como la tenemos establecida, atiende los costes de asistencia social o la educación?

 

El problema de la baja natalidad no es exclusivo de nuestro país, como habrán imaginado. Son muchos los países que se ven obligados a incentivar a las jóvenes parejas para que procreen a un ritmo acorde a las necesidades poblacionales. A los daneses se les invita a pasar un fin de semana en un romántico hotel para que, durante la amorosa velada, hagan el correspondiente encargo. En Rusia, el presidente Putin declaró el día nacional de la concepción. El gobierno ruso obsequia a las madres que dan a luz, en junio, con electrodomésticos o coches, dependiendo del número de rorros paridos.

 

Pero lo que realmente es eficaz y propicia la coyunda con resultados de embarazo son los incentivos económicos para los matrimonios. Eso de que los niños vienen a este mundo con un pan bajo el brazo es un dicho popular, pero en muchos casos, lamentablemente, bajo el brazo, en las axilas, no queda ni pelusa a no ser que se siga la vieja–nueva tendencia de dejarse la pelambrera ‘sobacal’ coloreada como un acto reivindicativo y anti norma.

 

Si traer hijos al mundo siempre fue un acto de amor y de responsabilidad –García Lorca escribió que «tener un hijo no es tener un ramo de rosas»– hoy es un acto de valentía aunque el mundo, desde su existencia, no fue una balsa de aceite. La historia está llena de guerras, hambre, epidemias, catástrofes y conflictos de toda índole y a pesar de ello no dejaron de nacer niños. Unicef publicó, hace un par de años, que de seguir en nuestro país la tendencia demográfica en el año 2023 habrá casi un millón de niños menores de 10 años.

 

Desde las administraciones, tal y como se viene haciendo para fomentar turísticamente las Fallas, los Sanfermines, la Tomatina o la Feria de Abril debería instituirse, con ‘premio al bombo’ el ‘Día de la Follasquina Nacional’ para poner fin a la espiral no-reproductiva. Hay que reconocer que, en Dinamarca, lanzaron un ingenioso vídeo cuyo texto decía: «Si no tienes hijos ni por ti ni por tu país, al menos tenlos por tu madre. Ella también se merece un nieto».