Halagos y quejíos

No es nada nuevo que Granada sea una de las ciudades del mundo mejor cantada y mejor contada históricamente por su belleza natural y arquitectónica. Tal vez por esas contundentes razones no me conmueve, lo más mínimo, el que gr upos, organizaciones o individuos, de mayor o menor relevancia se dejen caer con frases, nominaciones o galardones que se quedan en lo trivial, repitiéndonos que somos los mejores. Escribió, Federico García Lorca, que «Granada está indefensa ante la gente; pues ante los halagos nada ni nadie tiene manera de defenderse ».

Pero entre tanto halago existe el quejío porque se retrasa la puesta en marcha del medio metro. El AVE sigue sin volar. Se olvida el teleférico, o teleférica propuesta, desde la capital a Sierra Nevada. Se adecuan los dos hospitales con millones de euros del erario público andaluz, por no hacer bien las cosas desde el principio. Se priva a la ciudad de un espacio museístico so pretexto de crear en el antiguo edificio del Banco de España la Escuela de Fiscales situada en el limbo burocrático de las ideas marchitas. En cuanto al legado de Federico García Lorca no llega a la Romanilla. Lo único que escuchamos de los corifeos es aquello de «que viene, que viene». Lamentos y quejíos podría muy bien ser el nombre de un plato, para servir en frío, de nuestra gastronomía. Hasta las tribunas de Semana Santa de la calle Ganivet han producido la ‘levantá’ crítica. No es de extrañar que en pocos años tengan que montarse en el Llano de la Perdiz, por imperativo legal. Para que no sea todo quejío les diré que ha entrado arena y cemento en el Museo Arqueológico y que en unos meses se formalizará su reapertura. Laudatum.

Para celebrar el Día Mundial del Teatro me he regalado el último ejemplar del profesor Antonio Sánchez Trigueros, ‘Epifenodias para la poesía y el teatro’, que brinda al lector un exquisito y admirable ‘tótum revolútum’ de algunos de sus textos,como siempre, brillantes y llenos de talento. No debe olvidar la ciudad –se recuerda en el libro– que Sánchez Trigueros dirigió el Festival Internacional de Teatro de Granada desde 1983 al 1992. De ahí que en el libro se recojan diversos textos relacionados con la programación de este importante certamen, que en su día promovió la universidad con la colaboración del ayuntamiento. El festival alcanzó un nivel de relevancia cultural con Sánchez Trigueros y, como siempre ocurre en Granada, cuando algo va bien y funciona se le deja morir por inanición. Y luego, ya se sabe, el lamento y el quejío. Menos mal que sigue vivo el Festival Internacional de Música y Danza que ha programado, con bastante acierto –tenemos que cuidar al paisanaje– un recital de la joven violinista granadina María Dueñas, que actualmente alterna su formación en Viena con sus recitales en varios países. Recientemente estuvo en Madrid con Los Virtuosos de Moscú bajo la dirección del maestro Spivakov.

Otro libro interesante sobre lugares históricos de la ciudad y personajes, nacidos o acogidos en Granada, me llega con la afectuosa dedicatoria del doctor Blas Gil Extremera, no sólo excelente médico sino autor de ‘Enfermos ilustres’, ‘La enfermedad una fuerza creadora’, entre otros títulos. Gil Extremera un gran aficionado al teatro –su faceta como actor es desconocida para muchos– se detiene en su recorrido literario en la figura del granadino universal José Tamayo director, creador y empresario artístico que constituyó el grupo universitario Lope de Vega y que más tarde pasaría a llamarse Compañía Lope de Vega cuyo lema fue: «Sobre todo el corazón. Camina mejor quién va mirando las estrellas». Bien merecería don José Tamayo, que sus cenizas se depositaran en el Panteón de Hombres Ilustres, del cementerio granadino, como homenaje a su ingente aportación al teatro español del siglo XX.