Entre La Trinidad y El Perchel, dos de los barrios más humildes de la hermana Málaga, a María José Silva, de 76 años, se le ocurrió poner una cafetería en la que por la mañana te sirven café o chocolate y a mediodía te ofrecen un económico plato del día. ¿Negocio? Pues parece que no, María José, lo que pretende es poder colaborar, ayudando a sus vecinos más modestos, con asequibles precios en el simple hecho de disfrutar, fuera de casa, de un desayuno o una comida ligera de equipaje para no tener que aviar en la cocina.
Y es cierto que los mayores, que suelen vivir con pareja o en soledad no les compensa, en absoluto, ir al mercado, hacer la compra y cocinar porque resulta más rentable adquirir comida preparada –en Granada existen varios lugares con excelentes calidades– o bien, generalmente, cerca de casa todos encontramos algún lugar de confianza donde por no más de 10 euros te ‘entreplatan’ en mesa y mantel un almuerzo con pan, postre y bebida incluida.
La señora Silva es la fundadora del tabernáculo malagueño ‘Los Monaguillos’ en el que no sólo se toman apetitosas viandas también, se han tomado la libertad algunos paisanos de concurrir al establecimiento en pijama o bata y, aunque doña María es solidaria se ha puesto firme en sus convicciones educativas ‘sine qua nom’ y ha aplicado una normativa para general conocimiento, que figura en el pizarrín de la fachada del establecimiento, en el que se advierte a la clientela parroquial que está «prohibida la entrada a toda persona en pijama o bata». Y como se trata de una buena mujer añade, humildemente, «Perdonen las molestias».
La gente, alguna gente, suele cruzar esa línea que ahora llaman roja pero que puede ser multicolor, como el arco iris, porque sobrepasan esas mínimas normas de urbanidad y de comportamiento social que consideramos como normales desde un punto de vista estético y decoroso. No es nada nuevo que algún desinhibido personal se sienta en las cafeterías como en su casa y con pijama, braguitas, calzoncillos, e incluso en bolas, se disponga a saborear un ‘cafetito’ o un buen guiso.
Málaga siempre fue una ciudad cosmopolita y sabe sobrellevar con afectada tolerancia situaciones que, por ejemplo, en Granada cuesta trabajo asimilar en ciertos círculos sociales. ¿Qué pasó con el enigmático hombre que paseaba su desnudez no hace mucho tiempo por la ciudad?¿Ayunaba en su aparente protesta contra las guerras de este mundo? ¿Buscaba notoriedad transitoria o estaba a la caza y captura de un psiquiatra? Doña María José, que es muy dueña de hacer valer en su establecimiento el derecho de admisión, quizá no conozca o no recuerde hechos relevantes de la memoria histórica malacitana que, en su día –escribo de la década de los 50– causaron sensación en aquella provincia.
Una de las más notables personas de la época, Rafael Neville Rubio Argüelles, con acusado sentido del humor, al margen de sus sonadas fiestas y orgías ‘torremolinescas’ a las que solían acudir principales personajes de la dinastía aluí y de la jet set, se paseaba provocativamente por calle Larios con bata y zapatillas de salto de cama junto a su perrita. Posiblemente hoy, ‘Rafaelito’ (V Conde de Berlanga de Duero) no hubiera desentonado en ‘Los Monaguillos’, incluso le abría dado un toque de glamour aunque la mesonera le impidiera la entrada. Eso si por gracia democrática la autoridad competente no lo hubiese extraditado a Italia.