Tras la siempre triste, sobrecogedora e inesperada muerte en la que todos, sanos y enfermos, ricos y pobres estamos, los que estamos, inexorablemente en lista de espera deberíamos tener, al menos, la conciencia tranquila y no hacer mucho daño al prójimo. Porque, al final, el recuerdo que dejamos, en este mundo, no es el que nos vanagloriaba de lo que pensábamos que éramos, sino lo que en realidad fuimos. Los obituarios, las lágrimas del momento, los elogios ‘post mortem’, no suelen reflejar con exactitud la auténtica verdad del ser perdido. Se es buena o mala persona en una trayectoria de vida que, llegado el momento, concluye finitamente.
Decía un querido y admirado amigo que en los partidos políticos, como en otras congregaciones, la gente entraba sin conocerse, vivían sin quererse y morían sin llorarse. En realidad era una frase versionada de Voltaire pero que cada uno, sin duda, puede aplicarla a su ámbito de trabajo, llegado el caso. Pese a ello el reciente fallecimiento de la qué fuera primera ministra de Defensa ha hecho, circunstancialmente, meditar e incluso apaciguar las tormentosas disputas dentro del Partido Socialista.
La frágil Carmen Chacón, no sólo tuvo dos ovarios para germinar un hijo, pese a su patología congénita, sino que en la preñez vistió esmoquin femenino en una Pascua, desafiando al ‘prêt-à- porter’ del clasicismo y llevó una admirable vida, demasiado activa, dada su delicada salud. Su mayor aportación en el ministerio, al margen de bajar el presupuesto, fue cambiar algunas históricas Ordenanzas Militares. Aunque el borrador, de las reformas, se lo dejó en el cajón de la mesa ministerial el albaceteño, Pepe Bono, que vive sin vivir en él con una vena eclesiástica entre el socialismo socialdemócrata y otra que recorre, con vehemencia, junto a jóvenes preparadores de fitness. Pero fue Carmen, con el asesoramiento necesario del teniente general Julio Rodríguez, designado por ella jefe del Estado Mayor de la Defensa, hoy junto al líder marxista antisistema Pablo Iglesias, y la bendición rubricada de Zapatero –el más pusilánime de los jefes de Gobierno en la actual democracia– la responsable de una reforma que, realmente, de poco ha servido en algunos aspectos.
Digo que de poco ha servido porque, entre otras novedades, se suprimieron los honores al Santísimo, honor y gloria, que se siguen manteniendo por ejemplo en Toledo con la asistencia ‘voluntaria’ de los alféreces cadetes de la Academia General Militar y al Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, de Málaga, que «voluntariamente», la Legión, continúa rindiendo todos los emotivos honores cada Jueves Santo. Ni que decir tiene que en muchos desfiles procesionales la máxima autoridad militar de la zona representa al jefe del Estado que, como es sabido, es capitán general de los tres ejércitos.
A veces los representantes públicos suelen situarse al margen de las tradiciones y del sentimiento popular, lo que no deja de ser incoherente. Ahora, al parecer, quieren que desaparezcan los capellanes castrenses. Es muy probable que en un futuro próximo coexistan en los acuartelamientos, religiosos, de distintas confesiones. Y parece lógico porque recurriendo al viejo slogan «españoles y extranjeros, la Legión os espera» nuestros ejércitos están formados, cada día más, por mujeres y hombres de distintas nacionalidades que profesan diferentes creencias. E incluso la comida, –lo que es conocido como rancho– en algunos acuartelamientos se sirve la opción de un menú halal.
Pero, en fin, yo quería en definitiva analizar ese escenario de condolencias socialistas, lamentablemente, por la pérdida de Carmen Chacón que ha sido capaz de humanizar a la formación alterada al menos unos días. Los partidos políticos por lo general, están deshumanizados aunque dentro de ellos haya gente bien intencionada. Y sería bueno que estos aldabonazos que nos tocan en el sentimiento y nos invitan a reflexionar sirvieran para algo y, contrariamente a lo que afirmaba Voltaire, la gente se conociera, se quisiera y se llorase.