En Granada, muy frecuentemente, sopla el viento de cola. Volamos pero no podemos aterrizar. Esta semana venía un avión desde Madrid-Barajas y no pudo tomar tierra. A las 48 horas otro avión procedente de Barcelona fue desviado a Málaga y desde la ciudad hermana el pasaje fue trasladado en autobús. Porque en la pista 27,- dicen- que es donde la aeronave podría tomar tierra en esas condiciones meteorológicas, se podría haber realizado por tanteo, a ojo y precisión temeraria del comandante y esa no es una práctica que Iberia recomienda porque, sobre todo, piensa en la seguridad del pasaje. Nos faltan aparatos y tecnología en el Aeropuerto de Granada- Jaén, “Federico García Lorca”,- que nombre más ambicioso y falso- del que recientemente se ha cumplido el aniversario de su inauguración en junio del año 1972. Pues, desde entonces, no ha tenido tiempo AENA de dotar de avanzados sistemas al aeródromo granadino. Así que tripulación y pasaje “disfrutaron” de una preciosa vista aérea en la que se incluía Sierra Nevada la Alhambra y la Vega salvada del ladrillo. Después del vuelo acrobático los pacientes viajeros, regresaron en autobús a la Ciudad de los Cármenes. Una excursión, vamos.
A veces, venir en autobús a Granada tiene sorpresa porque ALSA, subcontrata cuando está `petada´ la demanda y, en un viaje de Madrid a Granada, en el municipio de Almuradiel, que forma parte de Ciudad Real, el conductor puede sorprender con una parada inesperada y avisar a los pasajeros: `Señores, descanso de tres cuarto de hora del conductor por imperativo legal´. De forma y manera que ese inusitado `viento de cola´ te trae a Granada, sin previo aviso, tres cuartos de hora más tarde de lo habitual, normalmente, si se hubiese previsto un conductor sustituto. Rueda la picaresca por tierra, mar y aire y la pasajería, salvo violentas excepciones, suele ser mayormente prudente y convenientosa y el pillaje trata siempre de aprovecharse de tanta pasividad.
No me digan ustedes que no trae viento de cola el legado de Federico García Lorca. La llegada de los fondos que `atesora´ la fundación lorquiana, en Madrid no vienen al nuevo centro de la plaza de la Romanilla por mucho interés que mostrase la familia del poeta, en su día, porque contablemente se ha generado, independientemente de las cuantiosas deudas, desfalcos o vaya usted a saber, un embrollo de facturas, adeudos, suculentos viáticos, asesoramientos y gabelas extrañas que impiden, legalmente asumir `las cuentas del Gran Capitán´para que se haga efectivo el traslado. Andan los representantes del ministerio de Cultura, de la Junta de Andalucía, del Ayuntamiento y de la Diputación de Granada, con sus respectivos interventores desgranándose la sesera para poner orden y concierto en el coleccionable libro de extractos. Y se han dado un tiempo para el análisis. Más tiempo. La espera en el tiempo la heredamos de los árabes.
Cuando, por exigencias institucionales, se inauguró el Centro Lorca en Granada sin el legado que queda en Madrid, en manos de una fundación con sus patrones y todo, en estas mismas páginas lo califiqué de ridículo. Como resultaría ridículo inaugurar el Museo de Goya, sin obras del pintor aragonés. Desde entonces a nuestros días el ridículo se va multiplicando con creces y la frustración, una vez más, nos hace compañía a los que creemos que Granada se merece, por diversas razones, más respeto en muchas materias. Un iletrado sevillano acaba de llamarnos catetos porque hemos reivindicado que Granada sea, al menos, la Ciudad de la Justicia. No es justo tanto aire de cola.