El Día Mundial del Orgasmo pasó sin pena ni gloria

En este mundo traidor, debo confesar que tuve, el pasado día 8 de este mes, la ignorante ausencia mental de que se celebraba el Día Mundial del Orgasmo. Uno no puede retener el calendario mundial de celebraciones en el magín, entre otras razones, porque somos muchos los que nos hemos abandonado, hace años, a la suerte o desgracia de los ordenadores y los smartphones y ellos trabajan por nosotros con un simple teclear.

Sinceramente, yo ignoraba que tan íntimo y placentero momento del clímax conmemoraba anualmente su patronímico día, como se recuerda en el santoral católico el día de San Agapito. De ahí que el orgasmo, como en mi caso, pasó sin pena ni gloria al igual que a gran número de ciudadanos que, en familia, suelen disfrutar estas fechas veraniegas fuera del hogar familiar en el mar, la montaña o la piscina.

Con el calor, la humedad ambiente, las cremas para el sol, la arena de la playa, las sombrilla, la hamaca, el cuñado, la querida suegra y los niños en el irrespirable apartamento, más que un orgasmo lo que apetece, en realidad, es una caña bien fresquita y unos íntimos espetos.

Personalmente, de haberlo sabido con antelación habría preparado la debida parafernalia y el idílico escenario para celebrar tan gozosa efeméride. Porque para un buen orgasmo, un orgasmo festivo, el escenario es muy importante. Curiosamente un día antes, el 7, fue Día Mundial de la Cerveza, que culminó con un ‘orgasmo’ inenarrable de las compañías cerveceras que hicieron su ‘agosto’.

Al parecer esta singular celebración tiene, en justicia, un sentido reivindicativo para hembras y varones, pero especialmente mujeres que, por diversas razones, no sintieron el placer del orgasmo tras la consumación de un acto sexual. Dicen los expertos que la anorgasmia afecta a muchas mujeres, entre otras causas, por una insuficiente educación sexual y el desconocimiento del propio cuerpo. Habría que añadir, como causa no menos importante, la inexperiencia, desinterés o egoísmo de la pareja. Lo bueno es que los sexólogos confirman, con optimismo, que el 95% de los casos tienen solución.

Con alguna frecuencia hemos oído que mujeres casadas, con varios hijos, jamás lograron el climax tras mantener relaciones con su pareja. Por separación o deceso del cónyuge, en la tristeza de la soledad o viudez, conocieron a otro compañero y amante que logró hacerlas multiorgásmicas y elevarlas al Olimpo junto a Afrodita.

Así que es bueno, que una vez al año, se haga una llamada mundial a la orgásmica efeméride como estímulo de vida entre los seres humanos. Los animales, que han sido menos estudiados por la ciencia en este aspecto, copulan y procrean con la frecuencia que demanda cada especie pero lo que no está claro es si el sexo, entre ellos, es satisfactorio, doloroso o rutinariamente apático.

Pensamos que son los jóvenes quienes más disfrutan de una sexualidad plena y que los mayores de 70 están fuera de cualquier actividad afectiva amorosa, pero el Instituto de Neurociencia de Gotemburgo (Suecia) ha comprobado que nuestros mayores han aprendido a vivir plenamente su sexualidad aumentado el número de coitos tanto de casados como de solteros.

Insisto: hace falta parafernalia, sosiego, algunas luminarias de cera, música de relajación, cama recubierta de sábanas de puro satén, prefacio con perfume de Chanel, unas copitas de Dom Perignon, cariño, amor a primera vista o afecto, mucho afecto; con ése escenario, en el hipotético caso de disparar a puerta y romper la red desde el centro del campo, morir, si es preciso, después del apareamiento como algunos marsupiales insectívoros.

Ya he anotado en mi tableta, porque la memoria es frágil, que el 8 de agosto se celebra todos los años el Día Mundial del Orgasmo. Pero no se trata de esperar un año para celebrarlo porque puede ser una espera oxidante. Bien conocida es la frase de que «una vez a la semana, es cosa sana».