Borrón y cuenta nueva

Ha dicho Aznar, tras la marcha de Rajoy, que hay que reconstruir el centro derecha en España. La intromisión de los ex presidentes ‘urbi et orbi’ pueden ser oportunas o inoportunas. Esta última reflexión, de don José María, al margen de ser incoherente, es inapropiada e incluso temeraria. Aznar, que es muy libre de expresar sus opiniones, debe tener la prudencia del silencio en un momento de convulsión y shock en el partido que con dignidad presidió. Entre otras razones porque muchos de los casos de corrupción que han salpicado al gallego Mariano, el registrador, llegan de ‘conspicuos’ ministros, diputados, senadores, secretarios de Estado, directores generales, presidentes de comunidades, alcaldes, concejales, gerentes y ujieres de la época ‘aznarí’. Lo que hay que reconstruir es el Partido Popular y dejarlo limpio de polvo y paja empezando por algunos despachos de Génova.

Me imagino, porque lo intuyo, que ex presidentes y barones del PSOE han ‘digerére’ la ascensión de Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno y recorrido incierto con súbita perplejidad pero, hasta ahora, nadie abrió el pico. Salvo Susana, la presidenta andaluza, que ha entrado en escena de puntillas en un papel secundario e incluso, como se dice en el argot teatral, de meritoria deseándole toda clase de venturas al compañero presidente. Es lo menos. En acción de gracias, Sánchez le ha quitado a la consejera María Jesús Montero acostumbrada a manejar la Sanidad y los impuestos como nueva ministra de Hacienda. La cuota andaluza puede resultarnos cara, así que lo más aconsejable sea agarrarnos en el viaje por si vienen curvas.

Rajoy deja el partido, al menos como dirigente, y anuncia su propósito de abandonar la política de inmediato. Ya se le notó la prisa en hacerlo cuando anunció al comité ejecutivo que dejaba la presidencia del partido porque le interesaba a él, al PP y a España. Hubiese quedado más elegante anunciar su marcha al revés, es decir, por el bien de España, por el bien de su partido y por su propio bien.

Hay que reconocerle a don Mariano su exquisita cortesía democrática de no indicar con el índice, ni siquiera insinuar, a su sucesor en el cargo; gesto que le honra. Recordemos que él fue ungido por Aznar frente a Rodrigo Rato en quien todos teníamos nuestras esperanzas puestas y al final nos salió rana. El Partido Popular tiene que aplicar aquello de borrón y cuenta nueva para conseguir una real y convincente regeneración. De lo contrario estará mareando la perdiz y perderá credibilidad ante su electorado. Y entonces sí, como dice Aznar, habrá que reconstruir el centro derecha.

El hombre o la mujer que elijan los militantes como sucesor a la presidencia del partido, al margen de sus méritos y demostradas capacidades, deberá estar libre de cualquier sospecha y tratar de armonizar una organización sin ataduras, sin lastres e hipotecas de un pasado corrosivo. Y, por supuesto, ser vigilante e intolerante con quienes militan y ostentan cargos para enriquecerse, fraudulentamente, en vez de trabajar para servir a la sociedad y a la formación política que les acoge. La fragilidad democrática comienza cuando la ciudadanía se percata de la falta de ejemplaridad, de ética y de honradez de sus representantes políticos que asumen voluntariamente dicha tarea. Por eso considero de vital importancia que el Partido Popular se disponga, sin pérdida de tiempo ni complejos, a renovar sus cuadros dirigentes para afrontar, con dignidad, el futuro del centro derecha en nuestro país.