¿Quién vive y quién muere?

Hay que reconocer que pasear por las aceras o calles ‘peatonalizadas’ tiene sus riesgos desde que nos vemos obligados a coexistir ciudadanos a pie, en bicicleta, en patines o patineta porque esa amalgama está provocando con frecuencia más de un accidente, de menor o mayor grado, sobre todo en personas de edad avanzada y con dificultades de movilidad. Las autoridades municipales competentes deben arbitrar las soluciones.

Donde con mayor peligro aumenta el riego es en nuestras carreteras. Con un automóvil antes era una placer conducir y hoy se ha convertido en una inquietante experiencia. La carretera debería ser un sendero asfáltico de buena convivencia donde primase, sobre todo, la precaución y el respeto a los demás. Es una constante en la Dirección General de Tráfico promover campañas de concienciación para todos los que tenemos la responsabilidad de ponernos frente al volante. El ministro Grande Marlaska presentó esta semana los nuevos anuncios para «sacudir a la sociedad y ponerla frente a una realidad terrible». De nuevo, la DGT endurece sus mensajes, para reflexionar, con una pregunta, tras un trágico siniestro, «¿Quién prefieres ser? ¿Quién vive o quién muere?»

Lo que me crea gran duda es que estas campañas las vean y sean efectivas para quienes habitualmente son adictos al alcohol y otras drogas o, simplemente, por sistema, se comportan temerariamente como si la carretera fuese de uso privativo. Un conductor ebrio, un conductor drogado, es un gran peligro. Son deseables la ampliación de radares y otros mecanismos actuales para controlar la velocidad, los adelantamientos inadecuados, las multas, la retirada del carné por puntos pero –a la vista de los desastrosos siniestros y sus estadísticas causas– se hace necesario aumentar los controles físicos, por parte de la Guardia Civil. El consumo de droga es incompatible con la conducción. Esta misma semana, en Madrid, entre las calles de Recoletos y Serrano a la temprana hora de las nueve de la mañana, la Policía Municipal arrestó a un conductor de la Empresa Municipal de Transportes tras atropellar a una mujer de 73 años y dar positivo en el posterior test de drogas.

Similares accidentes, provocados por conductores bajo los efectos de alcohol o estupefacientes se producen con demasiada frecuencia, por lo que no parece desacertado incrementar las medidas de control. Al inicio de este verano la DGT llevó a cabo una campaña de concienciación y las conclusiones fueron terribles. De los controles aleatorios efectuados se llegó a la lamentable situación de que más de 450 conductores diarios lo hacían bajo los efectos de alcohol o drogas.

A los infractores, a los causantes de accidentes mortales en este ‘puente’ de Todos los Santos y de cara a las próximas fiestas navideñas, se les hace una dura pero sensata pregunta ¿es mejor morir o vivir con la angustiosa amargura de haber sido el causante de la muerte de otros?