La Vega de Granada, por donde me muevo con frecuencia buscando historias que luego publicamos en Ideal, me está permitiendo conocer gente buena y noble como Mariano, un agricultor de Güejar Sierra que cultiva con esmero unas cerezas ‘pata negra’ que quitan el ‘sentío’, como diría el castizo. Eché una mañana con él. Quedamos en su explotación, situada en una empinada ladera a casi 1.500 metros de altitud -no me cargué de milagro los bajos del coche-.
Me habló de sus desvelos. De sus esfuerzos. De la compañía de su transistor. De su teoría de que la música, además de aliviarle la soledad, ayudaba a que los cerezos crecieran. Publiqué este reportaje (texto, fotos y vídeo). Me lo pasé como los críos. Ahora que poco a poco vislumbramos el esplendor de la primavera en lontananza me he acordado de Mariano y de sus cerezos.
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