La zambra, una mirada limpia

Pasión flamenca en las cuevas del Sacromonte
Mercedes de Morón bailando la zambra tradicional en la Cueva de la Rocío. Foto de Jorge Pastor.

Cuando recibí las bendiciones de los jefes para hacer un reportaje sobre las entretelas de la zambra, a colación de ese movimiento que está habiendo en la ciudad para declararla Patrimonio de la Humanidad, me hice el firme propósito de descabalgarme de cualquier idea preconcebida. Vivir el momento ‘con la mirada limpia’. Como uno de esos koreanos o japoneses que, al igual que sucedió con aquellos viajeros románticos de principios del siglo XIX, querían conocer y disfrutar del baile y el cante de las cuevas del Sacromonte.

Anoté todos los detalles, hablé con todo el que pasaba por allí. Con los bailaores, con los tocaores,  con los cocineros, con los camareros, con el que limpiaba, con el que ordenaba las sillas… Hablé hasta con el apuntador, El Padrino, el encargado de recibir a los clientes y de comprobar que, en efecto, su nombre aparecía en el estadillo de reservas. Me metí en los camerinos. Allí estaba Mercedes de Morón, frente al espejo, arreglándose las pestañas. Y Julián Fernández, calentando dedos con su guitarra de la fábrica de López Bellido.

La zambra está inspirada en la boda gitana. Foto de Jorge Pastor.

Lo escribí todo en este reportaje que usted puede leer aquí. Sin inferir en el trabajo de mi compañero Pepe Marín, uno de los fotógrafos a los que más admiro, también me llevé mi Canon y mi objetivo de 85 mm. Aquí comparto algunas de las imágenes que tomé, editadas en blanco y negro. Mi humilde homenaje a aquellos retratistas, como Rafael Señán, que hace más de cien años ya dejaron constancia de cómo era el flamenco de los gitanos del Sacromonte.

Quiero aprovechar la oportunidad para agradecer a Estudio Sur su profesionalidad y los preciosos vídeos que hemos incluido en el desarrollo web de este reportaje. Y también mi gratitud hacia Juan Andrés Maya por abrirnos de par en par La Cueva de la Rocío y ponérnoslo tan fácil.

Uno de los bailaores taconeando al fondo de la cueva. Foto de Jorge Pastor
Dándolo todo ante la atenta mirada de los turistas. Foto de Jorge Pastor
La zambra o la estética del flamenco. Foto de Jorge Pastor
Detalle del vestido de uno de las bailaoras. Foto de Jorge Pastor
Flamenco en estado puro. Foto de Jorge Pastor
Detalle de una de las cantaoras mientras se contorsiona la bailaora con un abanico. Foto de Jorge Pastor
Los novios bailan juntos con algunos de los familiares en plena ‘boga gitana’. Foto de Jorge Pastor
El guitarrista Julián Fernández calienta dedos antes de la actuación. Foto de Jorge Pastor

 

 

 

«Pensaba que detrás de la caja solo iría yo; al final fuimos siete»

"Pensaba que detrás de la caja solo iría yo; al final fuimos siete"

«Murió en mis manos». Juan Miguel no puede evitar que se le humedezcan los ojos cada vez que la recuerda. Cada vez que mira la fotocopia de su retrato, pegada en un sencillo marco sin cristal de 17 por 24. La misma que colocó en el nicho veinticinco del patio cuarenta del cementerio de San José. Una sepultura sin lápida. Austera. Sin flores. La de Encarna. «Les pedí permiso para poner una foto y me lo dieron; así la gente sabe que está allí». Encarna, que falleció el pasado 20 de diciembre, no tenía dinero para pagar su entierro. Ni ella ni nadie de su entorno. Y fue el Ayuntamiento de Granada quien, tirando de una partida de 20.000 euros liberada al efecto, costeó los 1.750 euros que costaron sus exequias.

«En el funeral pensaba que iría yo solo detrás de la caja, pero al final fuimos siete», comenta Juan Miguel, quien estuvo muy cerca de Encarna en la última etapa de su vida. «Era buena pero recta; también guasona y con ganas de fiesta cuando se daban las circunstancias apropiadas y con la gente que ella consideraba que realmente valía la pena», comenta Juan Miguel, viudo de varias relaciones anteriores. «Siempre pensé que caería yo antes que ella. De hecho, alguna vez, solo, deprimido y enfermo, he pensado en quitarme la vida; ella era una de las razones para no hacerlo», reconoce Juan Miguel con voz trabada mientras observa nuevamente el portarretratos. Silencio.

«Cuando salgo de la cueva con esta fotografía, Chico, nuestro perro más grande, siempre aúlla», relata Juan Miguel, quien no puede evitar seguir hablando de Encarna en presente: «Ella me regaña cuando ve que me he puesto un pantalón que está sucio o que no tiene la raya bien hecha». «El Ayuntamiento se ha portado bien; agradezco que me avisaran para acompañarla hasta su tumba», dice Juan Miguel, quien ahora, ya sin Encarna, sólo se pregunta quién lo enterrará a él.

Tan real como la vida misma

Una historia tan real como la vida misma. Historias con las que lidian a diario los trabajadores sociales del Ayuntamiento de Granada. La concejala responsable de este área, Jemi Sánchez, explica que se registra un promedio de veinte sepelios sociales anuales, «aunque hemos comprobado que la cifra se va incrementando año tras año porque ya no hablamos tan sólo de ciudadanos sin hogar, sino que también se han incorporado otros perfiles que carecen de recursos». Una coyuntura propiciada por la crisis económica, que ha golpeado con mayor dureza a los colectivos más vulnerables, y también porque cada vez hay menos familias que pagan el seguro de decesos, un tipo de póliza que cubre todos los gastos funerarios que acarrea un fallecimiento, desde el desplazamiento, en caso de que fuera preciso, hasta que el finado descansa en el camposanto. «En los presupuestos tenemos previstos 20.000 euros, una cuantía que podría aumentarse sobre la marcha en caso de que hubiera mayores necesidades», dice Jemi Sánchez.

El procedimiento se activa tras la recepción en el Ayuntamiento de Granada de un documento que remite la empresa que gestiona el cementerio de San José, Emucesa, o que viene de parte del juzgado. A continuación, los servicios sociales municipales buscan toda la información sobre esa persona, «que normalmente es usuario», aclara Jemi Sánchez, y elaboran un informe que en el plazo de veinticuatro horas se manda a Emucesa o al Instituto de Medicina Legal.

Posteriormente ya sólo queda el reconocimiento del cadáver por parte de algún familiar –un trámite que a veces se complica ante la imposibilidad de encontrar allegados– y llevar a cabo el acto de inhumación, que incluye los servicios más básicos por la tarifa más básica, 1.750 euros. «Ofrecemos la posibilidad de que se celebre una ceremonia religiosa adaptada al credo que profesaba el difunto», señala la edil. Previamente, Servicios Sociales procura contactar con el entorno para advertirles del día y la hora en que se procederá a la ceremonia de despedida.

Los bomberos que vienen del cielo

Los bomberos que vienen del cielo

El verano, cuando la actualidad también se va de vacaciones,  es terreno abonado para hacer reportajes que difícilmente tienen cabida en otras épocas del año. Nada más regresar de vacaciones, a mediados de agosto, cogí los bártulos y me fui al Centro de Defensa Forestal de Puerto Lobo. Me quedé muy satisfecho con el resultado  (texto, fotos y vídeo) e incluso una de las imágenes que tomé fue utilizada para ilustrar la portada de Ideal del día 28.

Fue una mañana completa. Los responsables del Infoca me facilitaron mucho el trabajo. Se trataba de contar el día a día en la base. De cómo funcionaban los sistemas de alerta cuando se declaraba un incendio. Puse el foco en los bomberos forestales, que me explicaron su experiencia en primera persona del singular y del plural. También tuve la oportunidad de asistir a un simulacro de ‘retreta’ gracias al retén de La Peza, que se encontraba en Puerto Lobo en tareas de instrucción.

 

Los cerezos de Mariano

Los cerezos de Mariano

La Vega de Granada, por donde me muevo con frecuencia buscando historias que luego publicamos en Ideal, me está permitiendo conocer gente buena y noble como Mariano, un agricultor de Güejar Sierra que cultiva con esmero unas cerezas ‘pata negra’ que quitan el ‘sentío’, como diría el castizo. Eché una mañana con él. Quedamos en su explotación, situada en una empinada ladera a casi 1.500 metros de altitud -no me cargué de milagro los bajos del coche-.

Me habló de sus desvelos. De sus esfuerzos. De la compañía de su transistor. De su teoría de que la música, además de aliviarle la soledad, ayudaba a que los cerezos crecieran. Publiqué este reportaje (texto, fotos y vídeo). Me lo pasé como los críos. Ahora que poco a poco vislumbramos el esplendor de la primavera en lontananza me he acordado de Mariano y de sus cerezos.

La vela de Juana

La vela de Juana

Se llama Juana. Vive en Iznalloz. Pasa frío. Hace un par de semanas fui a su casa para contar su historia en Ideal y explicar qué está sucediendo en ese pueblo granadino con el suministro eléctrico, que se corta prácticamente todos los días cuando se pone el sol, la gente vuelve a sus hogares y enchufan los aparatos eléctricos. Este artículo ha sido más de 55.000 veces compartido en Facebook. Lo han leído decenas de miles de personas. Estoy contento. Y lo estoy por dos motivos. Primero porque me consta que este reportaje ha servido para algo y segundo porque los lectores siguen valorando un tipo de periodismo que a mí, personalmente, me llena como profesional.

Endesa dice que los problemas en Iznalloz, en el Norte de Granada y en varios municipios del Área Metropolitana se deben a las sobrecargas que provocan los enganches ilegales, especialmente los que surten de luz a las plantaciones de marihuana. El tema es preocupante. El año pasado la compañía desmanteló el doble de acometidas irregulares que en 2015. Los vecinos de Iznalloz dicen que no. Que todo se solucionaría con más inversión y que los argumentos de Endesa son una cortina de humo para no gastarse el dinero.