NIGUNO SOMOS PERFECTOS, PERO NOS TENEMOS LOS UNOS A LOS OTROS

Hoy madrugué para salir a trotar apenas había amanecido, y la propia ciudad parecía distinta… Ha sido un día extraño porque todos los edificios públicos y muchas de las empresas no han abierto para que los bogotanos pudiesen sumarse a los actos en honor a tan ilustre visitante… Pero no me refiero tanto a la apariencia de una ciudad sosegada, respirable y con sonidos, como al propio ambiente que percibí. Aunque ahora que lo escribo, ya no sabría explicar lo que era diferente… quizás el olor de la mañana a tierra húmeda, o el aire algo más fresco que de costumbre, yo mismo percibía muchas más cosas que otros días de mañana corriendo por los mismos lugares, creo incluso que nos mirábamos unos a otros con cierta expectación, como reconociéndonos que algo pasaba hoy en Bogotá…

Nunca quise creer en los milagros, o al menos no demasiado, pero con la simple llegada a la ciudad de Francisco, el Papa, ya era tangible para mí esta mañana que todos, incluso yo mismo, presentábamos hoy mucha mejor cara, las facciones relajadas, un rictus preparado para cada ocasión, y percibiendo el aroma de la ciudad, que esta mañana no sabía a plomo.

Quizás era una mezcla entre orgullo patrio por acoger a tan distinguida autoridad, y bastantes dosis de bonhomía en cada quién, como si por arte de magia o más bien caídas del cielo, todos los bogotanos y yo mismo, claro, hubiésemos abierto un poquito más que de costumbre nuestro corazón y nuestro ánimo.

Así que sea como fuere, la realidad es que hoy me apetece hablar de esta persona a la que todos quieren tanto, y que nos dice cosas tan sensatas que hace tiempo, mucho tiempo, que no escuchábamos… Y por eso, hoy quisiera que hable mi corazón pero a través de algunas de las reflexiones de Francisco, y rebuscando, rebuscando, he encontrado una palabras suyas que me encantaría compartirlas con vosotros… para que la leamos una y otra vez… mientras imaginamos su semblante sereno, sonriente y sabio decirnos que:

«No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de conflictos y un bastión de agravios. Sin el perdón la familia se enferma. El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz del alma ni comunión con Dios. El dolor es un veneno que intoxica y mata. Guardar una herida del corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. Quien no perdona enferma físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Es por eso que la familia tiene que ser un lugar de vida y no de muerte; territorio de curación y no de enfermedad; etapa de perdón y no de culpa. El perdón trae alegría donde un dolor produjo tristeza; y curación, donde el dolor ha causado enfermedad.”

No será milagroso… seguramente no, pero yo hoy me sentí diferente, y la ciudad también. ¡Que tengáis cada uno de vosotros un excelente día!