El lunes, tras el partido, él ya se lo olía. Al día siguiente, la decisión se cocinó entre los notables del organigrama del club, incluido Pere Guardiola, aunque no figure nominalmente. A media tarde, Paco Jémez ya fue informado de la decisión. De hecho, atendió de madrugada a ‘El Larguero’, en la Ser, sabiéndose ya fuera, aunque no lo desveló. El anuncio oficial de la destitución como entrenador del Granada llegó ayer, a media mañana. Los indicios eran clamorosos. Se dio así por concluida su breve etapa con un epílogo, dejándole dirigir el entreno matutino con la plantilla, para luego almorzar con ellos, en la ciudad deportiva. Una despedida cariñosa pero abrupta, tras sólo seis partidos. El buque insignia del proyecto, por más que a él no le gustara esa calificación, era hundido irremediablemente, más víctima de su forzada tensión ambiental que de los propios resultados adversos.
Porque el argumento principal para el despido por parte de los gestores no ha sido la mera dinámica negativa, pese a que los dos puntos y el penúltimo puesto en la clasificación también pesaran, después de pasar por unas fechas del calendario no demasiado hostiles, sin cruzarse aún con los grandes. En el fondo, desde arriba asumían este arranque complicado por sus propias dificultades veraniegas en las incorporaciones, que obligaban a un periodo de adaptación de los jugadores aterrizados casi a última hora. Tampoco había debate sobre su estilo, coherente con la sensibilidad de Jémez, aunque algunos apreciaran matices con el fin de remediar algunos males, en especial en defensa, tras convertirse los nazaríes en los más goleados.
Según todos los consultados, el motivo clave ha estado en la conflictividad de su actitud. Él se ha justificado en su genuina forma de ser para explicar unos excesos a su alrededor que poco a poco han colmado la paciencia de la cúpula, tanto en ruedas de prensa como en el día a día. Sus quejas por la planificación retrasada de contrataciones o por algunas decepciones –se cayeron gente como Gálvez, Javi Fuego, Amrabat, Andrés Fernández, José Ángel, Burgui y hasta sonaron Asensio o Mayoral– parecieron en su día razonables y legítimas, pero se empezaron a exteriorizar con tal vehemencia que la gente que dirige el proyecto se sintió torpedeada con constancia. Creían haberle cerrado al final un reparto bastante aceptable, pese a la tardanza, la juventud y el número disparado de cesiones.
Los bandazos en sus alineaciones, que sufrían del orden de cuatro cambios entre cita y cita, elevaron el malestar entre unos futbolistas que en su mayoría alucinaban con unos cabreos que ya rayaban la histeria. Había mucho castigo y poca comprensión. Pese a todo, parecía existir una paciencia infinita en la entidad, sin reprenderle ante algunas actitudes que podían ser tomadas como puras afrentas. Les faltó cierta autoridad. El notorio desapego de Jémez fue labrando la ‘tumba’ definitiva. La falta de pedagogía con una plantilla tan joven, incrédula ante unos mensajes que alternaron ánimo con censura, hicieron capitular a Guardiola y su gente, que habían apostado muy fuerte por su figura.
Tres millones brutos
La indemnización global para él y su cuerpo técnico alcanza los tres millones de euros brutos por el curso que les quedaba. Quedan excluidas de la rescisión las otras dos temporadas que tenía acordadas. Con esa cláusula se protegió el club y sus arcas, desde donde le habían concedido en el documento lo de dejarle marchar si le hubiera llamado de verdad la Selección, cosa que no ocurrió. En caso de dimisión, él no se hubiera llevado nada extra.
Lo que ha pasado es un fracaso mayúsculo para la corporación que gobierna la entidad. A partir de ahora se queda sin el escudo que suponía la figura sobredimensionada y mediática de su entrenador. Otro patinazo sería fatal para la aventura de Jiang Lizhang. Si el equipo mejora en otras manos y convierte los pasajes de buen juego en algo habitual que sume puntos, quedará demostrado que sólo había que darle tiempo y racionalidad a la escuadra. Si por el contrario siguen sin levantar cabeza, Jémez se verá amparado en ciertas quejas, lo que obligará, como poco, a un sobreesfuerzo rojiblanco en el bazar invernal. La decisión para el banquillo marcará tendencia. El tópico es que la cuerda se rompe por el sitio de siempre, pero por más que lo niegue, parecía que la decepción de Jémez era tan grande que casi prefería este final.
Los problemas del Granada no se solucionan sólo así. Al final, son los futbolistas los que tienen que demostrar si tienen nivel, pero un poco de calma era más que necesaria. Entre la afición, en general proclive a Jémez desde su presentación, también iba germinando la impresión de que su comportamiento no ayudaba a progresar. Su idea y pasión ilusionaron, pese a venir del descenso del Rayo. Pocos esperaban el chasco, aunque colecciona una racha terrible. De 29 partidos en 2016, sólo ha ganado cinco. Todos con el Rayo. Allí donde fue feliz. Donde vivió la gloria pero también le consintieron todo. Aquí le dieron bula hasta que en Vitoria se activó el plan de emergencia. Vaticinó lo que venía.