Las elecciones catalanas han sido las primeras en España en poder constatar ese extraño viaje entre el votante anónimo y el ciudadano en red. Los aparatos de los partidos políticos, acostumbrados a controlarlo todo ahora se enfrentan a una nueva forma de hacer valer la política. Primero fueron los blogs que muchos de los políticos españoles pusieron en marcha con motivo de las elecciones municipales de 2007. No pasó mucho tiempo para descubrir que aquel despliegue era solo un espejismo de unos políticos/as que solo deseaban el mundo de la blogosfera como si de un vulgar amante se tratara.
Solo han pasado cuatro años y el mundo se ha dado la vuelta. De aquel votante anónimo ha nacido un verdadero ciudadano en red, presente en algunas o en varias de las redes sociales, con capacidad de decisión y de influir positiva o negativamente en la acción de gobierno o en una oposición verdaderamente activa. Por fin empiezan a contar las personas y no solo una vez cada cuatro años. Ahora el político debe ganarse su sueldo cada día, en cada acción que está bajo la tutela ciudadana de un mundo en red que decide a quien debe amortizar cuando lleguen las elecciones.
Sin embargo, al igual que entonces nacieron los ahora blogs muertos ahora nacen determinados políticos que parecen muy activos en la red y que con solo arañar la superfcie de los perfiles, podemos encontrar que allí no hay nadie….nadie con responsabilidad política sino mas bien los mismos actores de siempre, los que deciden el color de la corbata, la camisa, la postura y la forma de responder al electorado. Claro está que antes se hacía una sola vez cada cuatro años y ahora deberán hacerlo cada día, lo que reportará sustanciosas primas a tales servidores de los servidores públicos.
No debemos engañarnos, hay que estar en las redes, las mismas redes que 20,5 millones de usuarios españoles recorren cada día en Facebook, o 7 millones de jóvenes en Tuenti y porque no, 11 millones en Twitter. La montaña debe comprender que ha de ir a visitar a Mahoma porque por fin ha nacido el verdadero Micropoder de la Ciudadanía.