Tuve la suerte de conocer a Enrique Morente muy joven. Corría un día de abril de 1987 y fue en el Palacio de Bibataubín, entonces sede de la Diputación de Granada y del Patronato Federico García Lorca. Allí fue citado por el Director de la Casa Museo F. García Lorca, Juan de Loxa para editar un magnífico disco que varios años despues se llamó «Enrique Morente en la Casa Museo Federico García Lorca de Fuente Vaqueros. Allí se empezó a crear un vinilo en el cual terminarían participando Habichuela hijo y Montoyita.
Recuerdo que no quedamos precisamente temprano, porque como el mismo Enrique decía, «los flamencos no madrugamos» y lejos de meternos en el despacho a revisar la documentación se impuso una visita al añorado Cafe Suizo que todavía gozaba del magnífico esplendor que desafortunadamente ha perdido hoy día cuando vamos a tomar una explosiva burguer en lugar de aquella ensaladilla rusa de patatas y gambas y si era verano el blanquinegro o la leche rizada con canela tan rica. No puedo decir que me pareciera algo extraño, porque justo en El Suizo, fue donde me presentaron a Juan de Loxa para decirnos que había que poner en marcha una institución llamada Patronato García Lorca y hasta que tuvimos despacho, nos solíamos reunir en un rinconcillo del Suizo en la parte central entre las columnas. Recuerdo que cuando me presentaron a Enrique Morente, pensé que debía de tener algún problema en la piel, puesto que había algo que le asomaba justo a la altura del bigote. Finalmente cuando me acerqué, comprobé que eran restos de unas tapas de callos increibles que se había tomado en Los Manueles y que nadie se atrevía a comunicar al célebre cantaor. La tertulia seguía y se hablaba del disco, hasta que en un pequeño descuido de todos, le hice una señal para que entendiera que tenía manchado el bigote y entonces me dijo: «Mira niño, te has puesto tu mucho mas colorao que yo y tienes que aprender en la vida que hay que perder la verguenza en los escenarios y fuera de ellos. Si quieres triunfar en cuaquier cosa ya sabes lo que toca y que sepas que no me pienso quitar la mancha del bigote hasta que llegue a mi casa». Lo cumplió perfectamente. Nos fuimos al Palacio de Bibataubín, se acercó el Letrado de la Diputación, estudiamos todos los pormenores del disco, preparamos el contrato del disco y definitivamente se fue sin limpiarse su bigote.
Algunos años despues, justo antes del lanzamiento del disco en 1990, me dijo: ¿Has sido capaz de mancharte de callos y dejártelos para que todo el mundo te vea y que te de igual?. Y yo le dije, ¡todavía me pongo muy colorao Enrique!. Afortunadamente, en el día de la fecha de la foto a la izquierda de este texto, por fin pude reconocerle que ya era capaz de ir con la cara llena de cayos o incluso de ensaladilla rusa de aquel Suizo que nos arrebataron solo medio año despues, el 13 de enero de 1988.
Descanse en paz un hombre que se hizo a sí mismo, con gran carisma y sobre todo, buen tipo.