Hoy hace siete años desde que perdí a mi padre. Fue en La Coruña, en la planta 11 de un hospital con una magnífica vista de la Ría Gallega y eso si, a mas de 1000 kms de su pueblo querido en donde disfrutaba siendo el Alcalde de todos los juneros y juneras. Nunca quise imaginar la dificultad a la que se enfrentaba tomando aquella gran decisión de luchar con todas las consecuencias contra la terrible enfermedad que tenía o quedarse impasible sin luchar. Como siempre tomó la única decisión posible para intentar amarrarse a la vida que tanto amaba.

Cuando se marchaba de Jun en dirección al aeropuerto, aquella mañana quiso ser fuerte, intentó disimular, pero al ver a Miguel Martínez, nuestro encargado del personal de mantenimiento si que se le escaparon dos grandes lágrimas imaginando que posiblemente nunca volvería a ver a esta buena gente.

En La Coruña nos cambió la vida a toda la familia pero ninguno quisimos dejarlo solo a tanta distancia. Montamos un ayuntamiento móvil y allí me preparó sin que el resto de mi familia se diera cuenta, para afrontar la dura realidad que venía de camino. Me enseñó a pensar en los intereses de nuestro pueblo por encima de los intereses de cualquier otra cosa. A luchar por las personas y a sentir la responsabilidad de estar al frente de un cargo por cuatro años que requiere un fuerte compromiso personal y emocional.

Aprendí mucho mas en aquellas semanas que en toda una vida y me preparé para lo peor que al final llegó justo hace siete años. Ha pasado el tiempo y sigo pensando cada día en él y en mi hermano pequeño Javi, que también falleció en un accidente de tráfico y cuya pérdida nos tocó vivir JUNtos en Granada.

Pero me quedo con lo bueno, lo mejor. Su enseñanza en la vida, su templancia, saber estar, equilibrio y me acuerdo de anécdotas como la siesta que se tomaba el día de las elecciones municipales mientras todos los demás estábamos nerviosos. Era así, una persona sencilla, muy sencilla.