Recuerdo que era febrero del año 2002 y España gozaba de una salud económica envidiable. Estábamos en Burgos participando en las IV Jornadas de Calidad en los servicios públicos y en mi mesa, el Director General de Administración Local del Gobierno de José María Aznar lanzaba una bomba que ha estallado exactamente 11 años después: Los Ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes tienen que desaparecer.
Es importante retrotraerse algo mas de una década para visualizar como la hoja de ruta de la eliminación de mas del 75 por ciento de las administraciones mas cercanas a la ciudadanía era una reforma que ya aplicaron los descendientes del partido popular con la creación del Estado Liberal centralizado en 1845 y el control absoluto de los Ayuntamientos y los alcaldes por los temidos gobernadores civiles que trabajaban al servicio del poder central con sus manidos caciques.
Mariano Rajoy ha actualizado aquella hoja de ruta que impuso el General Narváez y tras su paso como presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra en 1983 ha eliminado a golpe de decreto la administración mas cercana al ciudadano para cederla a otra administración de elección totalmente indirecta que ejercerá como tutora de una ciudadanía que desde 1979 ha estado acostumbrada a dirigirse de forma directa a sus alcaldes y alcaldesas.
Y es que los alcaldes según dicen los distintos informes de las redes sociales son los políticos menos contaminados de la hartura de la ciudadanía sobre la clase política. Las elecciones municipales se visualizan como el momento en el que el votante tiene mas claro que su voto va a servir para algo y sobre todo que su alcalde o alcaldesa no va a tener ni miopía política y mucho menos sordera crónica a la hora de practicar ese deporte tan sano de la escucha activa ante una ciudadanía que reclama a voces mayor poder de interacción con una clase política que parece estar durmiendo el sueño de la marmota.
Por ello ha resultado muy fácil aprovecharse del momento de crisis económica para intentar confundir a la ciudadanía y pretender hacer creer que la administración local también estaba en crisis y era necesario “reformarla”. Sin embargo, importantes constitucionalistas del país ya han apuntado que no se trata de una reforma sino de una puñalada fría a la última trinchera de resistencia que puede molestar a un gobierno que desea privatizar hasta el último de los servicios públicos de este país.
Al margen de los datos macroeconómicos que nunca darán la razón al Gobierno, dado que esta reforma será mucho mas costosa a corto, medio y largo plazo que la situación anterior, es necesario situarse desde el punto de vista de una ciudadanía como la de mi pueblo que está acostumbrada a la llamada sociedad del minuto, por la cercanía, la escucha y respuesta activa y sobre todo la solución inmediata de los problemas. Hace solo cuatro días le tuve que explicar a María, una abuela de 96 años que apenas puede salir de su casa por su movilidad reducida, que a partir de que la ley sea aprobada ya no podremos tramitarle sus ayudas, recogerla en su casa y el resto de servicio que hasta el momento ella estaba percibiendo desde una administración que la conoce, la quiere y la escucha. De igual modo, cuando el Director de los Colegios de Jun se acercó para ver las próximas intervenciones necesarias en las aulas le comenté que a partir de la misma fecha ya no sería el Ayuntamiento ni el alcalde el interlocutor adecuado sino posiblemente una empresa privada concesionaria que sin ningún tipo de fervor cercano se haría cargo cuando viniera bien, de los problemas en los colegios públicos.
Como se puede apreciar ya no solo se trata de cuestiones económicas sino de creer en lo que tienes mas cerca y ni siquiera los alcaldes y alcaldesas del PP creen en una reforma sin sentido que pondrá en manos de las Diputaciones y empresas privadas unos servicios tan íntimamente unidos a una ciudadanía acostumbrada a su independencia e idiosincrasia local.
Decía Federico García Lorca cuando entregó su biblioteca personal al pueblo de Fuente Vaqueros en un discurso magistral que en la vida no se puede hablar solo de reivindicaciones económicas pronunciando aquella famosa frase de… “si yo tuviera hambre no pediría un pan, sino medio pan y un libro” pero también recordaba que los momentos son como un estanque que parece no tener vida. Basta lanzar una pequeña piedrecita al centro del estanque para que las ondas concéntricas del agua despierten a los pájaros, las ranas y toda esa vida que parecía estar muerta. Mariano Rajoy no se ha dado cuenta de que ha tirado la piedrecita y en ese lanzamiento ha despertado toda la vida y los miles de alcaldes y alcaldesas, incluidos los del Partido Popular no se van a quedar quietos. Tiempo al tiempo. Han osado tocar la última trinchera.