19 de marzo, 8, 45 horas.
No es original, pero me ocurre y lo cuento.
A veces, cuando llevo a mi hija al colegio, pienso que ella soy yo de niño y que es mi padre el que me lleva a mí de la mano. Desde su altura, la de mi hija, le reprocho a mi padre el no haberse ocupado un poco más de mi, y en mi soliloquio mi padre me dice que no sea injusto, que eran otros tiempos, que esas eran las costumbres y que tampoco me ha ido tan mal. Y le contesto que sí, que tiene razón, pero que no deja de ser verdad que se ocupó poco de mi y que ese sentimiento de pérdida plantó su semilla en mi corazón y me ha hecho ser como soy.
Seguimos andando e imagino que es mi hija la que tiene mi edad y que va por la calle recordándome. ¿Qué reproches guardará en su corazón? Cual será la imagen que de mi conserve?
Cuando vuelvo a casa busco en el ordenador la carpeta «Fotos de Juan Vida» y selecciono los rostros con los que me gustaría ser recordado y los guardo en las entrañas del núcleo doble del procesador «Core Duo».