A QUISQUETE Y A JAVIER EGEA

QUISQUETE

24 de julio de 2009
Teníamos la vida por delante y el mundo parecía estar hecho a nuestra medida. Las horas, los días, los inviernos y los veranos ajustaban su paso al ritmo voraz de nuestra marcha.
Eran los años en que aprendimos a ser ciudadanos.
En las mañanas de verano, Luis pasaba por mi casa y nos lanzábamos a la calle. La primera meta volante la teníamos en la imprenta Servigraf, que también era nuestra sede permanente. Después, recogíamos a Quisquete en su oficina de la Plaza de la Romanilla y pasábamos el control de avituallamiento con Mariano en la cafetería Goya. De vuelta, cumplíamos visita a nuestros héroes marginales del mercado de San Agustín: un aprendiz de unos sesenta años que tenía una oreja más grande que otra; el Perejilo que durante un buen tiempo arengó a las hordas a comerse vivo al traidor de Jesús de Nazaret, y muy especialmente Miguel el Guardacoches, por el que sentíamos verdadera admiración.
Dejábamos a Mariano en la Facultad, a Javier en la oficina y Luis me dejaba a mi en el estudio. Allí pintaba hasta la hora del almuerzo. Sobre las cuatro de la tarde acudíamos puntuales a la Piscina Granada, en donde ganduleábamos aproximadamente hasta las ocho, hora en que volvíamos a casa para vernos más tarde cenando en el Tollín, y por último, unas copas en “El 32”, en el Planta Baja o en la Tertulia.
Así rodaba la rueda de los días, y a pesar de tanta indolencia, del Tour y de Sito Pons, tuvimos tiempo de escribir Tropo Mare y El Jardín extranjero, de pintar Iré a Santiago, de inventarnos la colección Maillot Amarillo y de que Mariano nos descubriera los secretos de Passolini, de Bola de Nieve y de la Ópera.
Respirábamos el mismo aire, entendíamos el mundo de la misma forma.
Durante los cinco años que siguieron a la muerte de Javier, cada 29 de julio dejé un libro suyo sobre el mármol de su tumba con la esperanza de que alguien siguiera viviendo en sus versos el compromiso con ese “pequeño pueblo en armas contra la soledad” que fue para él la poesía. Es decir, su vida.