ET IN LUNA EGO.
20 de julio de 2009. 19,35 h.
Hoy puede ser un gran día. Hace cuarenta años que el hombre estuvo por vez primera en la Luna, y me han prometido en Ideal que cambiarán la foto del abrigo por otra en camisa blanca ante un fondo de palmeras. Laus Deo.
Recuerdo bien la expectación ante el televisor la noche de la llegada de los astronautas a la Luna, y me veo a mi mismo, adolescente con ojeras, haciendo un dibujo apocalíptico que no encuentro. Recuerdo el silencio en la calle y la voz de Jesús Hermida multiplicándose por las patios de mi casa; las imágenes borrosas y el pequeño gran paso de Neil Armstrong en el Mar de la Tranquilidad; el énfasis oficial de David Cubedo relatando la decisiva aportación de la estación de Fresnedillas en la exitosa misión de la NASA. Y recuerdo a mi padre, que, como Alberti, había nacido con el cine, diciendo que todo aquello era una farsa, un montaje, que no fuéramos ingenuos. ¡No veis, decía, que hay cruces pintadas sobre el suelo de la Luna! Se refería a las señales pautadas de las imágenes que él, que había visto nacer los grandes inventos del siglo XX, y que nunca comprendió bien lo de las ondas herzianas, pensaba que eran las marcas de un truculento montaje de la CIA. Nosotros nos reíamos de la ocurrencia, pero mira por dónde, la teoría del montaje cinematográfico ha ido tomando cuerpo y crédito, ocupando cabeceras de periódico y minutos en los documentales de televisión. ¡Si mi padre levantara la cabeza!
Pues la hora que es y todavía no me han cambiado la foto del abrigo. Et in Luna ego.