FABULOSO CAMINO DE LA MISERIA HUMANA

23 de octubre de 2009

En el estremecedor poema Fabuloso camino de tristezas divinas, Joan Margarit cuenta la penosa historia sobre la condición humana referida por Carles Riba en sus Elegías de Berville, a propósito de los últimos días de Antonio Machado.

Habiendo ordenado las autoridades republicanas la evacuación de Barcelona a comienzos de 1939, se pone en marcha hacia Francia “el negro gusano de los refugiados». Entre la multitud desahuciada viajan Antonio Machado, su madre, su hermano José y Matea Monedero, la mujer de éste. Salieron la madrugada del 23 de enero en un coche de la Dirección General de Sanidad camino de Gerona, acompañados por el doctor José Puche y Joaquín Xirau. Antes de llegar a Cervià de Ter se alojaron en una masía de Can Santamaría junto a otros desplazados. Entre ellos, Tomás Navarro Tomás, Corpus Barga, Clementina Andreu y Carles Riba. “Machado tiene un pozo en la mirada” cuando Riba lo reconoce en el momento de ir a pagar la consumición con su reloj. Riba corre en su ayuda, pero a Machado “ya no le espera más / que la fonda barata de la muerte”.

Miserable camino conocido

de la tristeza humana, que transcurre

lejos de Queronea y Salamina.

Y era poco elegíaco un reloj

compensando un negocio sucio y lóbrego

donde no basta ya, para pagar, la vida.

El 26 de enero llegan a Mas Faixat, en donde pasan su última noche en España a la espera de cruzar la frontera. Lo hacen por el puesto de Port Bou, desde donde siguen andando hasta Cervère, y en tren hasta Collioure. “¿Llegamos pronto a Sevilla?”, cuenta Barga que le dijo la madre de Machado mientras la llevaba en brazos hasta el Hotel Bougnol-Quintana. Ana Ruiz murió el 25 de febrero, tres días después que su hijo Antonio, aquejado de una congestión pulmonar agravada por las extremas condiciones vida.

Algunos días más tarde, su hermano José encontró un papel en su abrigo en el que Machado había escrito alguna anotación sobre “Otras canciones a Guiomar”, las palabras “Ser o no ser” y su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

“Aquí paz, y después, gloria”, dijo en 1959 Ángel González en Collioure frente a carteles de “Toros à Ceret”, “Flamenco’s Show”, y frente a los trenes “rebosantes de humana mercancía: / mano de obra barata, ejército / vencido por el hambre” de nuestra posguerra. Y no supo qué derrota era peor, si la de la muerte o la de la vida. Y no supo qué pensar ante la tumba de Machado convertida en gloria de “reseco laurel” “igual que una bandera al pie de un mástil”.

Miserable camino conocido de la condición humana.