VERTE COMO LOS DEMÁS TE VEN

16 de octubre de 2009

Esta mañana me he cruzado con un rockabilly de reglamento que lucía un airoso tupé empavonado en bucles deshilados hacia atrás que a duras penas le cubrían la calva celtibérica y traidora. Lo he imaginado confortablemente instalado en sus días de gloria, tramitando el paso por los años, a la espera de que, en la noche febril del sábado menos pensado, se volviera a proclamar el triunfo planetario de la brillantina. Este moderno pretérito me ha recordado a mi amigo Javier, que vestía pantalones de campana cuando en las calles reinaba el pantalón de tubo, y se cambiaba al de tubo cuando a los escaparates volvía el de campana. Nunca supimos en qué tiendas los compraba ni tampoco de dónde salían aquellos chalecos imposibles con los que completaba su peculiar aliño indumentario.

Las modas, como los años, nos uniforman en casilleros generacionales bien compartimentados. Así, al igual que los hermanos acaban pareciéndose al llegar a viejos, los individuos de una misma generación acaban hermanados por la estratificación de modas y modales, con un patrón que les distingue y define. Cuando conocí a Francisco Ayala le encontré un gran parecido con mi padre a pesar de que  objetivamente no existiera tal semejanza. Lo que ocurría es que, habiendo nacido en el mismo año y en la misma ciudad, compartían un mismo modelo generacional que les regía desde el corte de pelo a las normas de cortesía.

No es fácil pensarse a sí mismo, ni tampoco verse como los demás te ven.

Paso junto a conocidos de mi edad y me alarmo de las marcas que el tiempo ha dejado en sus cuerpos, resistiéndome a ser uno de ellos. –Qué mayores están, me digo mientras en la prensa leo que vuelve la moda rockabilly a las pasarelas.