SIN PALABRAS

2 de marzo de 2009

Aceptemos que la Pintura es el vehículo expresivo de aquello que no puede ser dicho con palabras, porque no incumbe a las palabras, sino al signo plástico. Esta realidad específica de la pintura como lenguaje no obedece sólo a impulsos subjetivos o aleatorios, sino que se mueve a través de principios bien edificados sobre los territorios de la mente humana, compartiendo entidad con el gesto y la voz en el origen mismo del hombre pensante. Posiblemente primero fue el gesto del cazador que perseguía a la presa. De su mano, de forma mágica, se desprendió la línea sobre la pared recreando la realidad, interpretando sobre el volumen de la roca el cuerpo del animal. Aquel pintor primitivo ejercitaba una pulsión muy humana: la que nos hace reconocer mapas en el perfil cambiante de las nubes y héroes en la geometría arbitraria de las estrellas.
Pero esta pulsión convive asociada con otra anterior: la necesidad de contar y la necesidad de escuchar. La necesidad de expresar pintando y la necesidad de interpretar mirando. El arte como una revelación que emociona y produce conocimiento. Como el saber que descifra la realidad con una información distinta a la verbal. Información no razonada, pués no se puede verbalizar, sino sentida o presentida. Intuida como la imagen que sólo la imagen puede descifrar: el rojo de los cuadros de Mark Rothko, el azul de Matisse, la calma reglada en la geometría de Kandisky…

LA CITA Y LO CITADO

27 de febrero de 2009

El artista nos habla con el idioma antiguo de la línea y el color. Su historia no se cuenta con palabras, se cuenta con los signos de un lenguaje primitivo al que llamamos Pintura.
La Pintura es contenido y forma indisolublemente unidos. No es posible dividirla en imagen y en forma. Lo uno y lo otro son un todo íntimamente encadenado. Así, por ejemplo, no podemos creer que el arremolinado y pastoso cielo de un cuadro de Van Gogh es ajeno a la intención meditada o presentida del artista de hablarnos de su atormentada visión del mundo; o que la pincelada corta, densa, ensimismada y autista de un cuadro de Edward Hooper no es la fórmula a la que el artista recurre para hablarnos de la lentitud del paso del tiempo en una triste habitación de hotel; o que la aplicación insistente del color en amplios campos de veladuras de Marck Rothko no es la fórmula ideada por él para comunicar espiritualidad y recogimiento. Incluso en los episodios de la Historia del Arte en los que el debate plástico no está en lo matérico de la pintura, –pensemos en Andy Warhol–, lo plano de la superficie del cuadro es una decisión premeditada en términos formales para emitir su mensaje de la manera más eficaz. Del mismo modo que una escultura no es su fotografía, ni una foto es su reproducción de imprenta, un cuadro no es sólo su imagen, sino que es un todo que pesa sobre la tierra y que está compuesto por forma e imagen sólidamente imbricadas.
Aunque estas reflexiones parezcan obvias, conviene no perder de vista la verdad que encierran sus premisas en tiempos en los que se le otorga más interés a la cita bibliográfica que el sujeto citado. Tiempos en los que el glosador se presenta como el curador que ordena e ilumina las tinieblas del caos supuestamente azaroso de la creación plástica, reduciendo al artista a una suerte de noble bruto al que por casualidad le ha sonado la flauta.

LA LLUVIA ES BUENA PARA EL CAMPO…

3 de febrero de 2009

Desde que la luna llena de septiembre, anterior a la entrada del Sol en Libra, anunciara un período de intensas lluvias, hasta el día de hoy en el que las dos luminarias están angulares y en conjunción con Júpiter, lo que equivale a grandes vientos y copiosas lluvias, me está creciendo un campo de musgo en el sentimiento y un deseo irrefrenable de meterme en la mesa de camilla y cortarme las venas. ¡Que vuelva pronto la sequía! Dice la voz popular que la lluvia es buena para el campo, y digo yo que será porque así el balón bota mejor. Pero en Granada, ya se sabe, no todos pueden botar el balón en los mismos campos. Tal privilegio quedó en su día reservado para el histórico Granada y el efímero Granada Atlético. El otro equipo, el de la Chana, a jugar a Motril.  Ahora, unos y otros se precipitan hacia las simas más tristes del descenso y la desaparición. Los unos dilapidando su propio capital, los otros el del municipio. La humillación de los jugadores del histórico arrodillados implorando el cobro de lo que es suyo, debe caer sobre la conciencia de los prohombres que llegaron para resucitar el club a cambio de no se sabe qué, pero también sobre la de los que a ellos se entregaron en comunión y credo. Es probable que las contraprestaciones esperadas no llegaran, que fueran insuficientes o que no existieran, pero sí que existieron ayudas municipales en forma de euros y de hostigamiento hacia el otro club, el que militaba en Segunda División A, al que se le negó el pan y la sal hasta la total ruina de su presidente. Pero ¿todos los equipos granadinos representan a Granada? ¿Es la Segunda División B el escalafón máximo en el que hay que jugar para ser representativo de Granada? En caso de no ser así ¿qué adjetivos hay que tener para alcanzar la representatividad de nuestra ciudad y el consiguiente respaldo institucional? ¿Habrá café para todos? ¿Seguirá infrautilizado el estadio municipal? Llueve sobre Los Carmenes, pero el balón sigue sin botar bien. Diría que bota peor que nunca. Se acaba de crear «Granada Eventos Globales», empresa municipal encargada de gestionar, entre otros, el Nuevo Los Carmenes. A ver si por fin rige la justicia distributiva más elemental y no vuelven a ocurrir arbitrariedades como las ocurridas. Esta tarde habla la prensa de la formación de una sociedad compuesta por instituciones, empresarios y granadinistas de pro, que se encargará de buscar recursos económicos para el Granada CF. Veremos si alcanza para pagar las nóminas de enero.

 

MOVEDIZO, MUDABLE Y VARIABLE

1 de febrero de 2009
Vuelvo a pensar en la fragilidad de las cosas, en especial de aquellas que imaginamos más sólidas e inmutables. Por ejemplo una casa. Nuestra casa es la guarida en la que nos sentimos seguros, y sin embargo se trata de un artefacto en proceso de deterioro desde el mismo instante de su construcción. Las casas se hacen viejas demasiado rápido. Crujen, se asientan, se descomponen y se declaran en ruina posiblemente antes de que liquidemos su hipoteca.
En una ocasión me dijo Roberto Matta que le preocupaba la durabilidad del hormigón, un material constructivo demasiado joven como para saber cual será su comportamiento cuando se haga verdaderamente viejo. Advertía, no sé si con razón o sin ella, de un posible colapso generalizado de las estructuras de todos los edificios, puentes, diques y pantanos que en el mundo moderno son. Qué miedo.
Otro objeto con su futuro bajo sospecha es el libro. Desde la implantación planetaria de la red de redes se viene anunciando que la vida del libro de papel está sentenciada, y sin embargo, todos los días se siguen editando cientos de miles.
Hace poco me decía, con acierto, un padre en la puerta del colegio de mi hija, que mientras no se invente el ordenador-pantalla-hoja, el libro de papel no corre peligro. Una pantalla como un folio que se pueda doblar y almacenar, que se pueda leer y guardar en el bolsillo. Fantástico. Ese mismo día me llamaron de la Casa de América para decirme que vuelven a editar La Estafeta del viento, una revista de poesía y crítica literaria de la que fui diseñador e ilustrador, y de la que se publicaron diez números entre los años 2002 y 2006. Pero me dicen que en en el reestreno no habrá papel para la imprenta, que sólo se verá en la pequeña pantalla del ordenador.

UNA ALFOMBRA ROJA EN EL BULEVAR

21 de enero de 2009. Esta mañana lo primero que he hecho después de dejar a mi hija en el colegio, es ir a ver si habían podido arreglarle la cabeza de Audrey Hepburn. Lamentablemente no. A cambio, los mismos operarios de ayer me sorprendían hoy con el espectacular despliegue de una larga línea roja sobre el bulevar de la Carrera del Genil –que no Carrera de la Virgen como ahora se empeñan en decir quienes, movidos por la devoción ciega, no dudan en imaginar a la Patrona de Granada corriendo Carrera abajo.– Lo cierto es que el rojo cálido de la moqueta sobre el gris frío de la piedra otorgaba a la mañana de hoy el aspecto de un diseñado espacio de bienvenida a la nueva era regeneracionista que dicen se inauguró ayer en la capital del imperio.

Imagino, como en Novecento, el murmullo del agitado y heroico ascenso de los trabajadores procedentes de barrios y pueblos periféricos hollando el inmaculado rojo de la alfombra destinada a albergar los delicados pies de las estrellas. Pero no. Lo que asciende Carrera arriba es una variada representación de actores de reparto que de forma disciplinada se distribuye por oficinas y comercios para representar el papel de su vida. Entre estas gentes suelen ir jóvenes actrices cuyos pies bien pudieran hollar las ilusas alfombras del bulevar de mis sueños.