EL PERRO DE GOYA

A nadie escapa que Goya es uno de los precursores de la modernidad en el Arte y en lo civil un adelantado progresista de su tiempo. Su obra está impregnada de un potente flujo renovador que la convierte en un hito fronterizo. “El perro de Goya” es una de las obras que más innovaciones contiene y que más literatura ha generado. De ella se han escrito incontables metáforas sobre la soledad, el abandono y la angustia de los humanos, que, como en las fábulas de Esopo, Goya hace protagonizar a un discreto perro.

De esta obra extraordinaria hay un par de cosas que me gustaría reseñar.
La primera es que no fue originariamente un cuadro, sino que formaba parte de los murales del segundo piso de la Quinta del Sordo. La persona que en su día decidió su recorte y posterior extracción de la pared fue quien diseñó el cuadro y cubrió de soledad al perro. Da igual que lo hiciera Salvador Martínez Cubells o el propio Goya, el caso es que después del recorte la pintura ya era otra cosa.
En segundo lugar, decir que se trata de un cuadro que Goya “se encuentra” en el acto de borrar. Si lo miramos desde un lateral se aprecian con claridad meridiana las huellas de las pinceladas de una figura de mujer que hay pintada debajo, y que el artista decidió borrar. Así, en ese acto voluntario de velar la imagen, “desveló” un nuevo cuadro de gran belleza plástica y de profunda evocación metafórica. De este modo Goya situaba la creatividad artística en la propia acción de pintar (borrar forma parte también de la pintura), pues supone, de un lado, la admisión de la pintura como un lenguaje autónomo, y de otro, el conceder al “genio” del artista la facultad única e irrepetible de crear una obra de arte nacida de un impulso que sólo puede emanar desde su yo más íntimo en el acto de pintar. En la época de Goya esto era impensable, puesto que un cuadro se concebía como un cosmos en el que ocurría un suceso acotado por los propios límites físicos del lienzo, y que obedecía, necesariamente, a un proceso que partía de una idea previa desde la cual, en base a determinadas reglas, iban surgiendo bocetos que daban lugar a una estructura que determinaba la composición final.
La decisión de otorgar estatuto de obra finalizada a éste cuadro “encontrado” es, a mi parecer, lo que coloca a Goya en el comienzo justo del arte moderno. Más aún que su valiente pincelada expresionista, pues supone la aparición de un “yo genial” que “vomita” en el acto creativo aquello que sólo él puede expresar. Este es sin duda el rasgo identificador del artista moderno, dueño desde ese momento de lo que ocurre dentro del cuadro, entendido éste como extensión de su propia experiencia vital.

MIGUEL HAGERTY

Me dicen que ha muerto Miguel Hagerty, con el que me unía un particular vínculo familiar. Fue un historiador peculiar que encontró en el Sur la patria de su corazón. Quiero recordarlo con sus palabras del último enero.

LA INMEDIATEZ DE SANTA CLAUS
(MIGUEL HAGERTY)

«ESTE concepto bien podría caracterizar toda nuestra época, computándola desde el final de la Guerra Fría hasta hoy mismo. No me refiero, ni mucho menos, a aquella inmediatez característica de ciertas líneas de pensamiento filosófico anarquista (el ultra individualismo de Hakim Bey, por ejemplo), ni tampoco a la idea de inmediatez de que habla el Derecho Laboral al disertar sobre el despido libre (e inmediato), tan deseado por Gerardo Díaz Ferrán y sus huestes (serán huestes hasta que sus compañeros se pongan las pilas y eligen como presidente a un empresario en condiciones, que los hay) del CEOE.

Me refiero a la inmediatez del espíritu navideño de los regalitos que nos trae Santa Claus. Prefiero el término «Santa Claus» por encima de Papá Noel -ahora me explico-, y prefiero hablar de los regalitos de Navidad en vez de los de los Reyes Magos porque simboliza mejor el nivel de degradación a que hemos caído -voluntariamente-, sobre todo en estas fechas «tan señaladas para Usted y los suyos» como me repite año tras año la felicitación de El Corte Inglés (para mi santo y cumpleaños dicen los mismo pero en singular; ¡lo que es la personalización!).

Nos hemos convertido (algunos) en consumidores insaciables de megas porque las megas definen la rapidez de tu portátil, tu móvil, tu ordenador «a bordo», tu video cámara y, en fin, de todo lo que hace la vida contemporánea más placentera, siempre que los placeres lleguen inmediatamente. Tan obsesiva es esta cuestión de la inmediatez que, dada la imposibilidad (todavía) de tragarse una pastilla para aumentar la capacidad de almacenar información en el cerebro, que las megas se han convertido en algo casi biológico para muchos.

La paciencia, nuestra mejor aliada en esta vida para casi todo (hasta para orinar), está cada día más ausente del comportamiento en sociedad, justo donde más falta hace. Si te atreves a mantener la velocidad máxima autorizada en la Circunvalación, por ejemplo, no tardarás en ser adelantado más por la derecha que por la izquierda. «Lo quiero todo, y lo quiero ahora» cantaba Freddy Mercury en una muy buena canción, que reflejaba una muy mala filosofía de vida.

Santa Claus, Papá Noel y los Reyes Magos constituyen, en la mayoría de los casos, un engañabobos que suplementa un planteamiento inmaduro de la vida que requiere una reacción inmediata a nuestros deseos. Es decir, a las críticas ya clásicas sobre la Navidad (consumismo, hipocresía, falsedad, etc.) propongo añadir la inmediatez.

Ahora bien, no pienso por nada en el mundo perderme a mi viejo amigo Juan Vida vestido de Melchor en la cabalgata.»

SALVAR EL LEGADO GUERRERO

Tengo la sospecha de que a la familia Guerrero no le apetece liquidar con el legado de su padre en Granada. Es más, diría que estarían dispuestos a volver a oír las propuestas de las distintas administraciones, especialmente aquellas que, incluyendo a la Diputación de Granada, Ayuntamiento de Granada, Junta de Andalucía y Ministerio de Cultura, garanticen la continuidad del Centro en su emplazamiento actual, con el mismo proyecto cultural y con la misma excelente plantilla de profesionales. Pero me temo que no es éste el mejor momento para pedir a nuestros representantes la voluntad política de sentarse armónicamente a diseñar una salida que evite la desvinculación de la obra de Guerrero con el museo que lleva su nombre. Las nubes de las elecciones empiezan a emborronar el horizonte del próximo paisaje.
Hace unos días el Ayuntamiento reclamó a la Junta de Andalucía la tutela y preservación de los cuadros que José Guerrero cedió a la ciudad, a lo que el delegado Benzal Molero contestó que ellos no pintaban nada en el asunto. Ahora el concejal García Montero, mordida la presa, estrecha el cerco y ofrece a los Guerrero que los cuadros se queden expuestos en el Auditorio Manuel de Falla, a lo que la familia del pintor contestará que no, que esa solución no garantiza la continuidad del proyecto deseado por su padre. De otra parte, la Diputada Pérez Cotarelo se mantiene firme en sus dos propuesta, y en el caso de que no se aceptara ninguna de ellas, entiende que no hay voluntad por parte de la familia de llegar a un acuerdo y da por terminado el cuento de nunca acabar. Aquí paz y después, la gloria por los suelos.
Éste es el momento de las concesiones y la generosidad. Es hora de que los administradores públicos levanten la vista del suelo y se impliquen en el mantenimiento y continuidad del Centro Guerrero como un bien irreemplazable de Granada, referente por méritos propios en el panorama artístico nacional. En la plantilla del Centro quedan personas sobradamente capacitadas como para continuar la filosofía de su programa museístico. Sólo es necesario que los políticos de esta historia tengan la misma amplitud de miras que han demostrado recientemente ante la falta de liquidez para concluir las obras del Centro Lorca, y antepongan el interés de Granada al de sus programa político o a su enconamiento personal.

NECESITO UNA EXPLICACIÓN SOBRE EL CASO GUERRERO

Siempre he defendido que Granada no es una ciudad especial, que aquí no ocurren cosas que no puedan suceder en cualquier otro lugar del mundo. Las ciudades son como sus habitantes, y los humanos nos parecemos mucho y nos comportamos de forma muy parecida estemos donde estemos y seamos de donde seamos. El vecino siempre será el primer rival y el extranjero el enemigo. Da igual que vivas en Chicago o en Pinos Genil tus relaciones sociales acaban restringidas a un número limitado de personas con las que estableces ciertas reglas de juego que van del marcaje al hombre a la pena máxima, pasando por el “al enemigo ni agua”. Lo que cambia entre Chicago y Pinos es la escala con la que se miden y la frecuencia con la que se producen. El roce favorece la fricción.

En este sentido Granada sí es una sociedad de escala pequeña en la que los vecinos conocemos a nuestros vecinos, los marcamos de cerca y con frecuencia envidiamos sus triunfos. Cuando Jesús Quero llegó a la Alcaldía de Granada, un compañero del colegio me dijo, llevándose las manos a la cabeza, que cómo podía ser alcalde Jesús si había jugado con él al billar un montón de veces. Claro, aquel compañero de pupitre, en su aviesa miopía, se estaba autorretratando con la mirada fija en el ombligo. Esa cercanía, esa vecindad envidiosa alimenta celos y teje celadas para mayor gloria del fracaso colectivo. Cuanto peor, mejor, podría ser el eslogan de este ejercito de zapadores en que nos hemos convertido.

Digo esto porque me escuece el desenlace que han tenido las negociaciones sobre la consolidación del Legado del pintor José Guerrero en la ciudad de Granada. Tengo el presentimiento de no conocer toda la verdad sobre los puntos conflictivos o irrenunciables que han conducido a la penosa situación de empaquetar los cuadros y mandarlos de vuelta a casa. Me parece que faltan detalles por conocer que justifiquen las posturas mantenidas por los herederos y por la Diputación de Granada. ¿Se trataba de acordar partidas económicas, reparto de poder o representatividad? ¿Cuáles eran las posturas oficiales de unos y otros a la hora de negociar? ¿Hablaban un doble lenguaje o es que la letra del contrato era demasiado pequeña? ¿Existía alguna animadversión no explicita entre los negociadores que los hacía irreconciliables de antemano?

Por último, aunque sólo sea para desmentir a los apóstoles de la maldición colectiva e insoslayable que pende sobre Granada, creo importante recordar que las decisiones de un lado y otro no las ha tomado un ente abstracto granadino, sino personas con responsabilidades civiles, profesionales y morales que tienen su nombre y sus apellidos.

Granada se merece alguna explicación más.