Las ciencias cognitivas dicen que la estructura de la mente es al mismo tiempo innata y adquirida, y que al nacer traemos unos cuantos instintos racionales dispuestos a reactivarse a la primera de cambio. Por ejemplo el instinto del lenguaje, el de la comprensión del cálculo de probabilidades, o la capacidad de orientarse en el espacio, derivada del andar bípedo del “Homo erectus”, que condicionó el inicio del sentido de simetría previo al sentido de armonía.
La historia de la percepción es la historia de la interpretación del mundo en un continuo tejer sinapsis capaces de hacerse permanentes y de generarse en nuevos individuos. Desde Ramón y Cajal se sabe que, ante un estímulo exterior, las neuronas se interrelacionan en estructuras complejas llamadas “sinapsis”. También desde Pavlob y su perro se sabe que la repetición de uno de esos estímulos condiciona una respuesta que genera una sinapsis permanente. Por su parte Donald Hebb, al final de la década de los 40 del pasado siglo, comprobó que las neuronas de una sinapsis permanente experimentan un considerable crecimiento y un cambio metabólico que provoca una mayor y más eficaz intercomunicación. A éste fenómeno Hebb lo llamó “plasticidad sináptica”.
Hoy por hoy, la opinión más consensuada es que al percibir, al aprender, se forman nuevas redes sinápticas, pero que también se reactivan las que traemos de herencia. Llegado este punto, y admitiendo como válida la opinión de Vernon Mountcastle que asegura que el córtex es homogéneo en todas sus partes y en su forma de trabajar, me inclino a pensar que, del mismo modo que desde Chomsky aceptamos que la estructura del lenguaje es innata, puede que también lo sea el sentido del equilibrio y el de armonía, y que el desarrollo de estas “facultades estéticas” no sea sólo consecuencia de la experiencia adquirida, sino que se deba a esos instintos intelectuales con los que dicen que venimos al mundo. Por eso cuando decimos que sobre gustos no hay nada escrito, deberíamos precisar que buena parte de las leyes elementales que rigen lo que entendemos por equilibrio y armonía las traemos impresas en el fabuloso libro del neocórtex cerebral.