Una vez más la energética Morayma nos trae una refelexión escondida detrás de una sonrisa. En esta ocasión se ha sacado de la manga de su chador los premios “Ig Nobel”, remedo de los de la Academia Sueca, que distinguen cada año a diez experimentos científicos de aquellos que “primero hacen reír y luego pensar”.
En la introducción de su libro “Física de lo imposible”, Michio Kaku, reconocido físico teórico y popular divulgador mediático de la ciencia, repasa algunas de las cosas que en un principio se consideraron científicamente imposibles, y que más tarde se convirtieron en elementos habituales del paisaje. Por ejemplo, Lord Kelvin, campeón mundial de la física en la época victoriana, además de afirmar que los rayos X eran poco menos que una atracción de feria, aseguraba que máquinas más pesadas que el aire jamás podrían volar. El propio Einstein, afirma Michio Kaku, “demostró” en un artículo firmado en 1939 la imposibilidad de la formación de agujeros negros en el espacio, y sólo admitió la viabilidad de la bomba atómica ante la evidencia de la multiplicación de la potencia del átomo mediante la reacción en cadena, que descubriera Leo Szilard.
Según Michio Kaku el no encontrar la máquina del movimiento continuo, obligó a los físicos a postular la ley de la conservación de la energía y las tres leyes termodinámicas. Del mismo modo que al no poder demostrar Stephan Hawking la imposibilidad de viajar en el tiempo, abrió la puerta para que el teletransporte de átomos sea hoy un hecho probado.
El mensaje inicial de éste sabio y “divertido” libro de Michio Kaku se resume en la siguiente frase de William Osler: “las filosofías de una época se han convertido en los absurdos de la siguiente, y las locuras de ayer en la sabiduría del mañana”.
Al hilo de todo ésto me viene a la memoria el patinazo de la Academia Sueca al coceder el Nobel de Economía a Myron Scholes y Robert C. Mertonel, por la ecuación de las fatídicas “stock options”. Ingeniería financiera de ayer que nos ha llevado a la ruina de hoy.
HIJOS DE ONÁN Y EVA
Elisabeth Llooyd, profesora en la Indiana University Bloomington, y filosofa de la biología evolutiva y de la epistemología feminista, pertenece a la corriente de historiadores y filósofos de la ciencia que mantienen que no todo lo que los humanos hemos llegado a ser en términos biológicos es consecuencia directa de la adaptación evolutiva, sino que ésta ha generado sus propios derivados que no tienen porqué mantener una relación causal con la supervivencia de la especie. Por ejemplo, los pezones de los mamíferos machos carecen de utilidad biológica y sin embargo permanecen en el pecho como “recuerdo” de las primeras etapas de gestación embrionaria compartida antes de la diferenciación de sexos. Prolongando su tesis, Elisabeth Lloyd investigó sobre el orgasmo femenino, (“The Case of the Female Orgasm: Bias in Evolutionary Science.” 2005) llegando a la conclusión de que mientras que el orgasmo masculino sí tiene una función reproductiva primaria, el orgasmo en las hembras no está relacionado de forma directa con el embarazo, sino que se trata de una derivación de la fisiología embrionaria compartida durante las ocho primeras semanas del feto humano. En el emparejamiento sexual se accionan mecanismos adyacentes al coito que tampoco tienen relación directa con la procreación, y que sin embargo constituyen parte esencial en la vida sexual de los humanos, coadyuvando, en segunda instancia, al fin último de procrear. Por ejemplo el sexo oral.
Después de estudiar innumerables casos prácticos, Elisabeth Lloyd concluye que menos de la mitad de las mujeres (42%) no experimentan asiduamente orgasmo durante el coito, y que ésta cifra descendería de forma considerable si se le restaran los que se producen por estimulación manual del clítoris en el acto sexual. Para Lloyd queda claro que no existe relación de causa efecto entre embarazo y orgasmo en las hembras humanas, y que de hecho éste se puede producir por auto estimulación del clítoris sin el concurso del pene. Claro que en éste asunto de la auto estimulación genital, los mamíferos masculinos tenemos una inveterada experiencia ajena también al concurso del clítoris y sus alrededores, sin que ello signifique que el fin último del orgasmo deje de ser la eyaculación fecundadora. Recuerdo al padre Roberto de mi colegio cuando nos decía con voz patibularia, que cada vez que nos masturbásemos equivaldría a estrellar a un niñito contra el suelo. En su discurso correctivo se olvidaba el hombre, nada más y nada menos, que del óvulo femenino.
INVERSO Y AZUL
Del mar conocemos la espuma de su piel, la furia de sus olas y los naufragios; el reflejo de la Luna y las voces de los niños en la orilla. Casi nada, apenas un ápice de esa “inmensa cavidad universal”, inversa y azul que cubre de agua el 70% de la Tierra. Dos mundos anudados e incompatibles, separados por una delgada frontera. Cruzarla es entrar en un pozo de horizontes cambiantes poblados de algas y de peces incalculables. Pasado el talud continental, un paisaje negativo de cordilleras y llanuras abisales se hunde en aguas más frías que los vientos boreales, donde viven formas de vida ajenas a la luz; fosas oceánicas con especies desconocidas, y seres pluricelulares que no necesitan oxigeno para vivir; fumarolas volcánicas de las que dicen que surgieron las primeras biomoléculas, la vida antes de la vida. Hasta esas profundidades nunca antes exploradas, llega el brazo de la ciencia rastreando los procesos originales que desprendieron de la materia inorgánica las formas iniciales de la vida en la Tierra.
El Padre Mar, tan cerca y tan remoto.
EL GRAFENO QUE VIENE
En el post “Movedizo, mudable y variable” del 1 de febrero de 2009, comenté que el futuro del libro de papel estaba asegurado mientras que no se inventara el ordenador-pantalla-hoja. Una pantalla, decía, que fuera como un folio que se pudiera doblar, almacenar, leer y guardar en el bolsillo. Unos meses después se extendió por los mercados del Planeta Tierra el e-book, con la firme intención de quedarse y mandar a la hoguera de los trastos viejos al libro de tinta impresa sobre papel. Pues bien, el ordenador-pantalla-hoja ya ha anunciado su llegada de la mano de un nuevo material llamado grafeno, amenazando seriamente el futuro del libro-libro y el del libro electrónico que hoy conocemos.
La Academia Sueca acaba de conceder el Nobel de Física a los científicos de la Universidad de Manchester, Andre Geim (Rusia, 1958) y Konstantin Novoselov (Rusia, 1974), por la confección del grafeno, “una estructura laminar plana, de un átomo de grosor, compuesta por átomos de carbono densamente empaquetados en una red cristalina en forma de panal de abeja mediante enlaces covalentes que se formarían a partir de la superposición de los híbridos sp² de los carbonos enlazados.” (Wikipedia)
Parece ser que el grafeno es la panacea de los materiales. Excelente conductor de electricidad y calor, supera con creces a cualquiera de los utilizados hasta el momento. “Es muy transparente, y tan denso que ni siquiera el helio (el átomo de gas más pequeño) lo atraviesa.” (EL PAÍS 25/10/2010). Con sólo un átomo de grosor, es ligero, enrollable y plegable. Tan duro como el diamante y doscientas veces más resistente que el acero. Puede ser un magnífico monitor al tiempo que un procesador diez veces más rápido que el de silicio. “La compañía Samsung, con ayuda de la Universidad Sungkyunkwa, de Corea del Norte, sacará el año próximo las primeras pantallas enrollables, táctiles y con circuitos invisibles.” (grafeno.com). Por su parte “IBM ha fabricado transistores que operan a frecuencias de 26 GHz. En febrero del 2010, la misma IBM anunció que la velocidad de estos nuevos transistores alcanzaba los 100 GHz.” (Wikipedia)
Pero no todos los expertos están de acuerdo a la hora de ensalzar las virtudes del nuevo material. “El célebre físico holandés Walt De Heer afirma que el grafeno nunca reemplazará al silicio. Nadie que conozca el mundillo puede decir esto en serio. Simplemente, hará algunas cosas que el silicio no puede hacer. Es como con los barcos y los aviones. Los aviones nunca reemplazaron a los barcos. (Wikipedia)
Mucho me temo que se nos viene encima un nuevo tiempo de incompatibilidades del tipo Vhs/Beta, LCD/Plasma, o Mac/Windows, con sus guerras de mercado y sus consecuentes daños colaterales al derrotado usuario.
UNA CUERDA CON 12 NUDOS
Hace unos años me enredé en la madeja sin fin de la albañilería doméstica. Como era de esperar perdí el dinero y la calma, pero a cambio gané algunos conocimientos útiles sobre la vida y las personas. Un día, al plantear el trazado de la solería del jardín, vimos que nos faltaba una escuadra con la que determinar el ángulo recto inicial. Entonces, un albañil al que llamaban Papaenrique tomó una cuerda, la dividió en doce segmentos iguales y la dobló formando un triángulo con un lado compuesto por 3 partes, otro por 4 y otro por 5. El resultado fue un perfecto triángulo rectángulo. Al ver mi cara de asombro, tomó orgulloso la cuerda y marcó tres nuevos puntos, esta vez a 60, 80 y 100 centímetros, los unió y volvió a trazar un triángulo rectángulo a partir del cual la solería fue creciendo exponencialmente. Tiempo después supe que la herramienta que Papaenrique manejaba era la cuerda de 12 nudos, y sus números mágicos el desarrollo práctico del teorema de Pitágoras.
Aquel albañil utilizaba un conocimiento milenario procedente de una tradición inmemorial. Doblando y desdoblando la geometría de la cuerda, los hombres maravillaron a los hombres y parcelaron el mundo. Excavaron canales en Mesopotamia y reconstruyeron las lindes del Nilo; edificaron zigurats en Ur y pirámides en Saqqara; elevaron anillos megalíticos en Castlerigg y Stonehenge; cimentaron puentes y acueductos; erigieron mezquitas y catedrales. Desde los ángulos de un ladrillo proyectaron las ciudades del imperio, trazaron calzadas, construyeron murallas y diques junto al mar.
Tan sencillo y tan complejo como dividir la cuerda en 12 tramos iguales y unirlos para formar un ángulo recto, o trazar una circunferencia de 12 radios para dividir el día, o pulsar al aire la cuerda de una lira y volver a pulsarla en el centro y dividir su longitud multiplicando la frecuencia de su vibración en una sucesión de armónicos que forman la escala diatónica Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Tan sencillo y tan complejo como que en un triángulo rectángulo el cuadrado de la longitud de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de las longitudes de los dos catetos.