UN CUENTO CHINO, 9

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Transcurrido algún tiempo, cierto día sintió la mano de Coral cobijarse en la suya, y se vio de niño caminar junto a su padre, y una palabra triste se le enredó en la garganta.
–En las mañanas de otoño iremos despacio hasta el colegio y te enseñaré, antes de que aprendas la aritmética del verbo, cómo los días se acortan en noviembre y cómo en marzo brotan las primeras hojas. Que debajo del asfalto que pisamos hay un mosaico con delfines antiguos y una fuente con un grifo de bronce; y acequias que regaron los huertos; y casonas con escudos y patios donde descansaron los amos del mundo; y que muy cerca de allí, entre los juncos de una tarde amarilla, un hombre joven se conmovió extrañado al pensar su propio nombre.

UN CUENTO CHINO, 8

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Terminado el viaje, la tomó en sus brazos y le fue diciendo:
–Ven, ésta es tu casa. En verano jugarás en el amarillo que hay junto a la puerta, y desde las ventanas verás cómo los pájaros de la mañana despliegan sus alas para alcanzar las ramas más altas. Al principio de uno en uno, después en bandadas frenéticas se reconocen y agrupan disputándose un lugar desde el que empezar el día. Todas las mañanas igual: pardillos contra estorninos, mirlos contra vencejos, palomas contra palomas y urracas contra todos. A veces el aire se estremece con la sombra del halcón y crece el silencio bajo la envergadura poderosa del águila. Al caer la tarde vuelven con estruendo a las ramas más altas, y se reconocen y agrupan disputándose un lugar donde pasar la noche. Los estorninos caen sobre los álamos, las grajillas se esconden en las rocas, las urracas acechan los nidos y la calma crece con la oscuridad. Todo vuelve a su sitio, todo queda ordenado en el valle del Genil.

UN CUENTO CHINO, 7

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–No tengas miedo, dijo el equilibrista. Te he esperado desde el origen del tiempo para nacer en tu pupila y decir tu nombre. Nada temas –le murmuró convincente al oído–, subiremos a la Muralla y cruzaremos fugaces el firmamento hasta que muera el día.

UN CUENTO CHINO, 6

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A la hora señalada del día de la cita, sobre la esfera azul de los astros cardinales, dejando muchedumbres milenarias en el verde esmeralda del río, surgió luminosa la Estrella de Oriente.