UN CUENTO CHINO, 10

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Con el esmero del labrador que abona la tierra, el equilibrista dejaba caer sus palabras.
–Caminaremos junto al río crecido por las lluvias del invierno que arrastran barro y piedras desbordando acequias, anegando huertas y cortando caminos. Te diré que este valle fue una montaña por donde la lluvia y la nieve limaron las rocas y sedimentaron el lodo hasta hacerse una cuna por la que llegar al mar. Aprenderás que los brazos de los pájaros se cubrieron de plumas para poder volar, y que los dedos de nuestra mano adaptaron su forma a la función de coger las cosas con destreza. Quisiera explicarte, hija mía, que las leyes primordiales de la materia construyeron el mundo que vemos, pero prefiero que mis palabras calen como la lluvia fina sobre la tierra fértil, y sientas en tu corazón la belleza irrepetible de este atardecer.