UN VIAJERO

Con el amarillo de carreteras y el negro de Faro Verde “enriquecido” con negro de humo pinté un montón de cuadros de todos los tamaños y motivos. Su capacidad de cubrir, su pastosidad y su secado rápido eran ideales para el método enérgico de pintar que tenía en aquel tiempo. Después de Álbum seguí utilizando estos materiales, pero en el equipaje de vuelta de Nueva York traía recursos que puse en práctica de inmediato. Uno de los primeros cuadros que pinté fue este Un viajero, en el que sobre una vista del skyline desde Central Park pegué una página del New York Times del día 20 de diciembre de 1987, dos folios con dibujos y un cuadrito sobre cartón con una avioneta a ras de suelo. En primer plano la silueta de un explorador observa el paisaje.

UN VIAJERO

Un viajero (1988) T/M sobre lienzo

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TRÁNSITO

La Galería Ovidio tenía por virtud una generosidad con los artistas jóvenes tan desinteresada como suicida: los acogía e impulsaba a dar el salto a una galería “mayor”. Con estas cartas navegaron más allá del Madrid de la movida hasta –imagino– la inviabilidad económica de la empresa.

Después de la exposición en Ovidio mi pintura se fue deslizando desde la claridad fogosa de las bañistas de Iré a Santiago (1983) y Cielo desde un navío (1984), hasta los solitarios nadadores en aguas plomizas de Álbum (1987). El proceso fue paralelo al desencanto general que truncó la euforia civil de los ochenta y a la fricción personal contra la áspera realidad cotidiana.

En la época de “línea clara” enpecé a utilizar materiales industriales, especialmente el azul para piscinas, que me proporcionaron una gama de acabados que iba del cubriente mate aterciopelado a la transparencia sutil del mejor acrylique fines art, pero en latas de 20 kilos.

Más tarde encontré en el amarillo y en el blanco de la pintura para señalización vial sobre asfalto un material resistente, flexible, mate y cubriente que me permitía pintar sobre lienzo superficies extensas sin miedo a craqueles incontrolados. La incorporación de los esmaltes sintéticos en plata y oro completaron una paleta matérica, elástica y sobria. Pasé de la inmediatez del color fresco sobre el lienzo a la lentitud de secado de los aceites y a la acumulación de materiales espesos.

Muchos de aquellos cuadros los borré en días de ira. Los tres primeros de abajo son bocetos sobre papel y los otros dos son lienzos en técnica mixta que ilustran el tránsito de la alegre paleta matissiana a la sombría luz de un Kiefer, como alguien dijo sotto vove, periclitado.

NAVEA-02

Acrílico sobre papel (1982)

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NEVEA-01

Acrílico sobre papel (1983)

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PINOS85.3

Lápiz sobre papel (1984)

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BAÑISTA 2

Bañista nº 2 (1985). T/M sobre lienzo 160 x 130 cm.

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TESTIGO

Testigo (1986) T/M lienzo. 200 x 145 cm.

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CIELO DESDE UN NAVÍO

Animado por la buena acogida de Iré a Santiago, decidí buscar una galería en Madrid que gestionara profesionalmente mi obra. Reuní en una carpeta dibujos, fotos de cuadros, catálogos y recortes de prensa y me lancé a la aventura. Después de dos o tres larguísimos días recibiendo excusas de todo tipo, me acogieron en la efervescente Galería Ovidio, dirigida Carmen Romero, en el número 28 de la calle Covarrubias. Allí expuse Cielo desde un navío (1984), una colección desigual que, no obstante, fue reseñada –foto incluída– en las páginas culturales del El País por Fernando Huici. La imprenta Servigraf me regaló el catálogo y Muñoz Molina un texto titulado Mirar el cielo desde los navíos. Estos son dos de los cuadros allí expuestos.

VUELVE HECHO LUNA

Vuelve hecho luna (1983) Acrílico sobre lienzo. 180 x 140 cm.

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NOSTALGIA-1984

Nostalgia (1984), Acrílico sobre lienzo. 150 x 160 cm.

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IRÉ A SANTIAGO

Los dibujos del Cuaderno de Polaroid recogen la visita de mis amigos al estudio una noche del verano de 1982. Quisquete, Luis, María José y Mariano miran los cuadros que pinté para completar la serie Iré a Santiago, expuesta en Málaga en abril de ese mismo año. En uno de los dibujos, María José está sentada delante de dos cuadros formando un nuevo cuadro; en los otros mis amigos los poetas posan para la Polaroid. Después pinté un cuadro que titulé Mis amigos los poetas y de Kooning visitan mi estudio, con el que quise nombrar explícitamente los determinantes de mi obra de entonces.

Durante ese verano y el invierno siguiente trabajé en la muestra comprometida con el Auditorio Manuel de Falla para abril de 1983, como complemento por haber ganado el «Premio Ciudad de Granada». La exposición también se llamó Iré a Santiago y la formaban unos treinta cuadros de gran formato y algunos dibujos, incluidos los del Cuaderno de Polaroid. Se editó un precioso catálogo en el que, junto al poema Son de negros en Cuba de Federico García Lorca, aparecían los textos Viaje hacia la figuración de Mateo Revilla, y Te golpearé sin cólera de Antonio Muñoz Molina, posiblemente el primer relato de Antonio aparecido en letra impresa.

Conocí a Antonio Muñoz el día que, como funcionario del Ayuntamiento, me comunicó que había ganado el Premio Ciudad de Granada. Desde ese momento hemos mantenido una cómplice y divertida amistad. Para el catálogo de la exposición del Auditorio me escribió Te golpearé sin cólera, del que soy, orgullosamente, protagonista. Nos lo leyó en el bar Avellano de la Calle de la Colcha, acompañados, quiero recordar, por Pablo Alcázar y el mejor jazz pinchado por Paco Espínola. La historia que se cuenta es, por supuesto, fabulación, aunque algunas cosas son ciertas. Por ejemplo el apartamento 1001 era el que ocupamos mi novia y yo en el edificio Maestranza de Málaga cuando inauguré el primer “Iré a Santiago” en la Caja de Ahorros de Antequera de la calle Pérez Bryan. En los cuadros había palmeras, pájaros y mujeres que evocaban el ideario de felicidad turística caribeña, y yo, igual que el protagonista del cuento, vivía en el número 19 de la Carrera del Genil. Eso sí, el apartamento 901 del Maestranza estaba precintado por haberse cometido allí un asesinato.

Los cuadros siguientes formaron parte esencial de aquella muestra.

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IRÉ A SANTIAGO

Dibujo de la cubierta del catálogo Iré a Santiago (1983)

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OH CINTURA CALIENTE

¡Oh cintura caliente y gota de madera! (1982). Acrílico/lienzo. 146 x 89,5 cm.

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TORNERÁ

Tornerá (1982). Acrílico/lienzo. 100 x 130 cm.

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APARTAMENTO 1001

Apartamento diez cero uno (1982). Acrílico/lienzo. 140 x 170 cm.

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CUADERNO DE POLAROID

Terminada la exposición “Obra fechada”, dejé el realismo social, la militancia política y la Universidad. Un día de abril de 1979, decidí cruzar las líneas y romper el cerco. Cerré los libros, escondí los lápices, me olvidé del dibujo y abracé el color más abstracto para empezar de cero. Pero la realidad inclemente me enseñó que el dibujo no era el problema sino la solución, y regresé a la figuración por otro camino y con otras compañías. Para entonces la vida era ya un acontecimiento feliz que nacía intacto cada día. Todo estaba por hacer y teníamos el tiempo por delante.

Estos dibujos forman parte del Cuaderno de Polaroid (1982), y reflejan la intensidad de los primeros ochenta: pura alegría de pintar, pura alegría de vivir.

POLAROID 5

POLAROID 4

POLAROID 1

POLAROID 2

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